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MEMBRIO: UNA NOCHE DE ESPERA...

UNA NOCHE DE ESPERA

Es de noche y en apariencia nada se mueve; de los perfiles oscuros de las sierras, de las copas redondeadas de las encinas, no sale nada, ningún sonido que delate actividad. El aire está frío y todavía faltan semanas para que los grillos calienten la atmósfera nocturna.
Pero una espera en el campo nunca decepciona. Ocasionalmente, como destellos en la oscuridad, se escuchan voces aisladas, gritos que rompen por unos segundos el silencio, la quietud de la noche. Al cabo de un tiempo la vista se acostumbra a la oscuridad y hasta la tenue luz de las estrellas sería suficiente; pero además hoy la luna está casi llena, sentado junto a un arroyo rodeado de encinas, madroños, quejigos y un matorral espeso, en el corazon de un parque nacional. El sol se ha puesto envuelto en todos los colores que van del rojo al violeta. La luna asoma tras las crestas de una sierra y convierte las aguas del arroyo en una lámina plateada.
El latido de la sierra se deja oír por primera vez: una cierva ladra a lo lejos, una voz bronca, asustada. Como respuesta, una tropa que había pasado desapercibida se aleja al trote, rompiendo el monte.

Una bandada de grullas vuela alto, van ya retrasadas buscando el lugar donde dormir, es su primera escala, en su viaje hacia el norte de Europa.

Los coros pulsantes de las ranitas de san Antón se apagan enseguida; una pareja de ánades azulones se acerca hasta aquí, con gran estrépito; vienen siguiendo la lámina plateada del arroyo. Se posan pero algo les inquieta, ya que inmediatamente, con una palmada en el agua, se alejan volando. Ulula un cárabo. Y su voz fúnebre da pie al sonido más agreste del monte, el ladrido del zorro.

Imperceptiblemente, desde hace un buen rato se vienen oyendo alrededor pisoteos, chapoteos y algunos gruñidos; una piara de jabalíes ha salido del monte espeso y ronda el arroyo en busca de comida. Y aunque hay campo para todos, las cosas no parecen ir bien entre ellos; por los chillidos se diría que los estuvieran matando, pero en realidad se pelean con grandes aspavientos por algunas raíces.

La cierva vuelve a ladrar; el zorro grita; la sierra late.

QUE LOS SONIDOS DE LA NATURALEZA OS ATLANTE.