LA CRIPTA DE AMARO PARGO.
La arqueóloga reconoce que cuando su equipo abrió la cripta en la que Amaro Pargo fue sepultado hace 267 años les extrañó lo que vieron. No había restos de los féretros, ni de ropa, ni de nada y todos los huesos estaban amontonados sobre un banco de cemento. Incluso algunos dientes, que posiblemente se habían caído al mover los cuerpos, estaban colocados al revés en las mandíbulas. "Estaba claro que además de entrar en la cripta varias veces para meter cadáveres, también entraron a robar y se llevaron todos los objetos personales", lamenta la investigadora. Lo único que recuperaron del atuendo de los fallecidos fue la suela de un zapato. Entre la gruesa capa de barro que cubría el recinto también había algún clavo y restos de herrajes. En las paredes, junto a la escalera de entrada, vieron que había agujeros que delataban que antaño hubo un reja.
Lo que había, y en abundancia, era humedad. Los expertos creen que esta cripta subterránea, ubicada muy cerca de la puerta del templo, sufrió muchas filtraciones de agua. Su efecto devastador quedó reflejado en unos trozos de madera de los sarcófagos que aparecieron deshechos. Después de casi tres siglos en un ambiente de estas características, la ropa podía haberse desintegrado pero descartan que fuera así. "Aunque el tejido hubiera desaparecido siempre habrían quedado piezas de otros materiales como las hebillas del cinturón o los zapatos", detalla Andréu.
La arqueóloga reconoce que cuando su equipo abrió la cripta en la que Amaro Pargo fue sepultado hace 267 años les extrañó lo que vieron. No había restos de los féretros, ni de ropa, ni de nada y todos los huesos estaban amontonados sobre un banco de cemento. Incluso algunos dientes, que posiblemente se habían caído al mover los cuerpos, estaban colocados al revés en las mandíbulas. "Estaba claro que además de entrar en la cripta varias veces para meter cadáveres, también entraron a robar y se llevaron todos los objetos personales", lamenta la investigadora. Lo único que recuperaron del atuendo de los fallecidos fue la suela de un zapato. Entre la gruesa capa de barro que cubría el recinto también había algún clavo y restos de herrajes. En las paredes, junto a la escalera de entrada, vieron que había agujeros que delataban que antaño hubo un reja.
Lo que había, y en abundancia, era humedad. Los expertos creen que esta cripta subterránea, ubicada muy cerca de la puerta del templo, sufrió muchas filtraciones de agua. Su efecto devastador quedó reflejado en unos trozos de madera de los sarcófagos que aparecieron deshechos. Después de casi tres siglos en un ambiente de estas características, la ropa podía haberse desintegrado pero descartan que fuera así. "Aunque el tejido hubiera desaparecido siempre habrían quedado piezas de otros materiales como las hebillas del cinturón o los zapatos", detalla Andréu.