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MEMBRIO: La venta que hizo Bernabé debió de causar sensación...

La venta que hizo Bernabé debió de causar sensación entre los primeros cristianos de Jerusalén, tanto por el valor del campo enajenado como por el total desinterés demostrado, al entregar a los apóstoles el precio íntegro de la venta. Esta generosidad de Bernabé, junto con su compasión por los indigentes, movieron a la comunidad cristiana de Antioquía a confiarle la misión de ir a Jerusalén para distribuir entre los fieles menesterosos las limosnas para este fin recogidas en aquella ciudad (Act. 11,30). Acaso por ser él de espíritu generoso, caritativo y abnegado recibió de los apóstoles el sobrenombre de Bernabé, término derivado de dos palabras aramaicas: bar nebuah, que significan “Hijo de la profecía" o "Hijo de la consolación". Efectivamente, José era para la primitiva Iglesia a la vez consolador y profeta, es decir, predicador inspirado. Además de un corazón sensible poseía una palabra fácil, dulce y persuasiva, con la cual ganábase inmediatamente el favor de todos. De él dice San Lucas que era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de la fe (Act. 11,24). Por estas cualidades temperamentales o adquiridas con su cooperación a la gracia, unidas a una extensa cultura lograda en la escuela de Gamaliel, llegó a desempeñar un papel preponderante en la organización de la Iglesia primitiva.

Tenemos una prueba del prestigio de que gozaba entre los apóstoles en el incidente ocurrido a San Pablo con ocasión de su primer viaje a Jerusalén, pocos días después de haber sido derribado del caballo en el camino de Damasco. Refiere el libro de los Actos que, habiendo Pablo llegado a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; mas todos recelaban de él, no creyendo que fuera discípulo. Bernabé, que lo había tratado en Tarso, o había sido su condiscípulo en la escuela de Gamaliel en Jerusalén, le sacó de aquella situación embarazosa al tomarlo consigo y llevarlo a los apóstoles, a quienes declaró cómo en el camino de Damasco había Pablo visto al Señor y le había hablado, y cómo en Damasco se había despachado bien en el nombre de Jesús (Act. 9,26-27). Bernabé, que conocía la entereza de su amigo Pablo, sabía que éste no mentía al referirle su conversión y no dudaba de la sinceridad de la misma y de la perseverancia de Pablo en el camino de la verdad. Bastó que Bernabé intercediera a favor de Pablo para que los apóstoles y discípulos depusieran su actitud recelosa y admitieran sin vacilación en el seno de la Iglesia jerosolimitana al que poco tiempo antes había sido su acérrimo enemigo. A Bernabé cabe la gloria de haber descubierto el genio de Pablo y de haberle encaminado hacia las obras de apostolado.

Otro ejemplo de la reputación de que gozaba Bernabé entre los apóstoles se manifiesta en la incorporación de los gentiles a la Iglesia en tierras de Siria. La tribulación sufrida por la Iglesia de Jerusalén, que culminó con la lapidación de San Esteban, indujo a muchos a dispersarse hacia Fenicia, Chipre y Antioquía, anunciando únicamente a los judíos la palabra de la buena nueva. Pero algunos de entre ellos, chipriotas y cirenenses, llegáronse a Antioquía y, contra la costumbre, anunciaron la buena nueva a los griegos, convirtiéndose muchos al cristianismo. La noticia de la conversión de gran número de gentiles llegó a oídos de los apóstoles, quienes se interesaron por las condiciones en que se efectuaba aquella innovación. Para cerciorarse enviaron los apóstoles a Bernabé a Antioquía, el cual, al llegar y ver la gracia de Dios, alegróse en gran manera y exhortaba a todos a perseverar fieles al Señor. Al sancionar Bernabé aquel movimiento proselitista, contribuyó eficazmente a derrumbar el muro que cerraba a los gentiles el acceso a la religión del que, según Simeón, era “luz para iluminación de las gentes" (Lc. 2,32). Durante su estancia en Antioquía "se agregó crecida muchedumbre al Señor" (Act. 11,24), de tal manera que Bernabé juzgó conveniente recabar la ayuda de su amigo y recién convertido Pablo de Tarso para atender al servicio espiritual de los convertidos. Por espacio de un año ambos apóstoles trabajaron juntos en Antioquía, dedicados a instruir en la fe a los conversos del paganismo. Por aquel entonces, y por primera vez en la historia, los discípulos de Cristo residentes en Antioquía comenzaron a llamarse “cristianos". ¿Fue esta palabra invención de Bernabé No lo sabemos. La historia únicamente nos refiere que el apostolado de Bernabé fue muy fecundo en Antioquía.

Ante el éxito conseguido en Antioquía, Bernabé y su amigo Pablo juzgaron que las tierras de la gentilidad estaban sazonadas para recibir la siembra de la buena nueva, y de ahí su propósito de emprender la evangelización del mundo pagano para dar testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra. La decisión de los dos apóstoles fue trascendental y revolucionaria. Hasta entonces la Iglesia se nutría preferentemente de judíos conversos y por alguno que otro prosélito procedente del paganismo, en adelante, las fuentes de salud se irán cerrando a los judíos a causa de su dura cerviz y fecundarán el corazón humilde de los que durante siglos anduvieron por las sendas del error. Al llamamiento interno que sintieron los dos apóstoles siguió el testimonio público y solemne del Espíritu Santo al declarar en un acto litúrgico en honor del Señor por boca de los profetas de la comunidad: "Segregadme a Bernabé y a Pablo para la obra a que los llamo" (Act. 13,3). Entonces los profetas y doctores de la comunidad, después de orar y ayunar, les impusieron las manos para conferirles la misión de predicar a los gentiles, invocando sobre ellos la bendición del Señor a fin de que cumplieran dignamente su cometido. Con esta ceremonia solemne salía la Iglesia de su aislamiento y se lanzaba, por decisión de Bernabé y Pablo, a la conquista del mundo pagano.

Chipre fue el primer campo de apostolado de Bernabé y Pablo. La isla era famosa en la antigüedad por la feracidad de su suelo, sobre todo el de la amplia llanura que corre de un extremo a otro del territorio regado por las aguas del Pediacus y flanqueado a los dos lados por dos montañas que se extienden en dirección Este-Oeste, Producía Chipre vino, aceite y trigo en abundancia; las lomas de sus montañas estaban recubiertas por frondosos bosques y en sus entrañas se albergaban minas de cobre. Desde los tiempos macabaicos (1 Mach. 15,23) existía en Chipre una colonia judía que se incrementó extraordinariamente con la adjudicación por Augusto de las mencionadas minas a Herodes el Grande. Aunque expatriados, los judíos de Chipre se mantuvieron fieles a sus creencias religiosas, tratando de ganar prosélitos para su causa. En los grandes núcleos urbanos disponían de sinagogas adonde acudían los sábados para oír la lectura de la Ley y de los profetas. Bernabé, de ascendencia judía, y su compañero Pablo frecuentaban estas reuniones, aprovechando la coyuntura para predicar la palabra de Dios a los judíos y a los prosélitos procedentes del paganismo. En este apostolado viéronse asistidos por Juan Marcos, primo de Bernabé, y por algunos cristianos residentes en la isla (Act. 11,20). En su obra de apostolado los dos apóstoles atravesaron la isla y llegaron a Pafos.

Aunque Chipre fuera pagana en su inmensa mayoría y sus habitantes se entregaran al culto licencioso de Afrodita, había, sin embargo, almas selectas que sentían necesidad de una religión más perfecta. Entre éstas cabe mencionar al procónsul de la isla, Sergio Paulo. Tan pronto como tuvo noticia de la presencia de los dos nuevos apóstoles mandó llamarlos, deseoso de oír de sus labios la palabra de Dios. Vencida la oposición de un sabio llamado Elimas, el mago, por la enérgica actitud de Saulo, y en vista de la ceguera con que fue castigado por Dios, el procónsul Sergio creyó en el mensaje cristiano.
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