1. Saludar a desconocidos por la calle no da miedo
En la ciudad tenemos la mala costumbre de evitar por todos los medios el contacto visual con los transeúntes. Cuando vamos por la acera, no tenemos visión periférica. Solo existes tú, lo que está justo delante de ti y los cordones de tus zapatos (a los que os miráis a los pies para no tropezaros... me declaro culpable). Llegamos incluso a mirar nuestros mensajes inexistentes en el móvil o a buscar en el bolso algo que no necesitamos. Todo para evitar un potencial segundo o dos de contacto visual. Bueno, ¿quieres saber qué pasa en un mundo en el que la gente intenta establecer contacto visual? Que dices... HOLA. Una locura, lo sé. Cuando llegué a Fregenal me confundía por qué todo el mundo me decía “hola”, “adiós” o “buenas” al pasar. ¿Me conocían todos? ¿Nos habían presentado sin darme cuenta? Estaba muy confusa, y quizá hasta me resultaba un poco inquietante. Ocho meses después, le digo “hola” a todo el que se me cruza. Como si es un abuelito con un bastón al que le falta un diente (hay muchos de esos aquí), o dos adolescentes cotilleando en español a la velocidad de la luz... les caerá un gran HOLA. ¡Y hasta una sonrisa! Porque ¿sabes qué? Sí que te alegra bastante el día.
2. Lo que sea que necesites AHORA puede esperar
Los que somos de la acelerada Nueva York, si queremos algo AHORA, lo tenemos. Y si no... Bueno, mejor no te cruces con nosotros. Esa era la mentalidad tan impaciente que tenía hace tan solo 8 meses. Y fue una de las cosas que más me costó cambiar. Tanto si tardo unos dos días entre lavar y secar la ropa, como si el cajero decide ponerse al día con toda la vida de la clienta que va delante de mí, o si el camarero se olvida de mi existencia... lo que sea, lo conseguiré. Al final. La paciencia es realmente una virtud, y no vale la pena subir mis niveles de cortisona por conseguir nada 5 minutos antes.
En la ciudad tenemos la mala costumbre de evitar por todos los medios el contacto visual con los transeúntes. Cuando vamos por la acera, no tenemos visión periférica. Solo existes tú, lo que está justo delante de ti y los cordones de tus zapatos (a los que os miráis a los pies para no tropezaros... me declaro culpable). Llegamos incluso a mirar nuestros mensajes inexistentes en el móvil o a buscar en el bolso algo que no necesitamos. Todo para evitar un potencial segundo o dos de contacto visual. Bueno, ¿quieres saber qué pasa en un mundo en el que la gente intenta establecer contacto visual? Que dices... HOLA. Una locura, lo sé. Cuando llegué a Fregenal me confundía por qué todo el mundo me decía “hola”, “adiós” o “buenas” al pasar. ¿Me conocían todos? ¿Nos habían presentado sin darme cuenta? Estaba muy confusa, y quizá hasta me resultaba un poco inquietante. Ocho meses después, le digo “hola” a todo el que se me cruza. Como si es un abuelito con un bastón al que le falta un diente (hay muchos de esos aquí), o dos adolescentes cotilleando en español a la velocidad de la luz... les caerá un gran HOLA. ¡Y hasta una sonrisa! Porque ¿sabes qué? Sí que te alegra bastante el día.
2. Lo que sea que necesites AHORA puede esperar
Los que somos de la acelerada Nueva York, si queremos algo AHORA, lo tenemos. Y si no... Bueno, mejor no te cruces con nosotros. Esa era la mentalidad tan impaciente que tenía hace tan solo 8 meses. Y fue una de las cosas que más me costó cambiar. Tanto si tardo unos dos días entre lavar y secar la ropa, como si el cajero decide ponerse al día con toda la vida de la clienta que va delante de mí, o si el camarero se olvida de mi existencia... lo que sea, lo conseguiré. Al final. La paciencia es realmente una virtud, y no vale la pena subir mis niveles de cortisona por conseguir nada 5 minutos antes.
Tuve la suerte de encontrarme con este relato en "elpais. com" del jueves o viernes, y lo leí con mucho detenimiento. Es verdad que el salto, tanto cualitativo como cuantitativo, es enorme, porque, Casie Tennín, viene de una gran ciudad, como Nueva York, a un pueblo, Fregenal de la Sierra, de 5000 habitantes; pero no es menos cierto que, hasta en las ciudades pequeñas como las nuestras, los homínidos pueblerinos nos cruzamos y, como el que no quiere la cosa, orientamos nuestras miradas hacia el olimpo de los dioses, pensando que el benefactor nos librará algún día de nuestro paletismo; eso sí, todavía cuando suenan las campanas en nuestros pueblos, aún seguimos preguntando: ¿por quién doblan? -cosa que no hacen en la capitá-.
Nuestro personaje hace bien en contar algo que otros no hacen; sin embargo, yo esperaba que, al final de la narración, el buen jamón de aquella tierra, le hiciera reflexionar sobre este modelo de sostenibilidad basado en la masificación de las ciudades y el despoblamiento de nuestros pueblos, y nos diera su opinión, pero no ha sido así... ¿será algo inexorable?. ¡Ahí lo dejo!...
Seguimos en sintonía, pisaera.
Hasta otra
Nuestro personaje hace bien en contar algo que otros no hacen; sin embargo, yo esperaba que, al final de la narración, el buen jamón de aquella tierra, le hiciera reflexionar sobre este modelo de sostenibilidad basado en la masificación de las ciudades y el despoblamiento de nuestros pueblos, y nos diera su opinión, pero no ha sido así... ¿será algo inexorable?. ¡Ahí lo dejo!...
Seguimos en sintonía, pisaera.
Hasta otra
Buenas noches, pues si, chengue, yo pensé, porque normalmente, en todas las crisis, hay un pequeño regreso a los pueblos, ya que en ellos es mejor sobrevivir, pero me paje a mí, que han sido muy poquito los que han vuelto y más lo que han emigrado.
Todavía quedan algunos soñadores, y de vez en cuando aparecen en el medio rural, con el único deseo de aislarse del mundo y vivir en paz y armonía con la naturaleza, algunos se compran hasta pueblos, otras casonas para montarse algún restaurante o algo que les ayude a mantenerse aislados, esperemos que esta crisis que es más bien para que nos reciclemos, veamos que hay otra forma de vivir más sostenible. saludines
Todavía quedan algunos soñadores, y de vez en cuando aparecen en el medio rural, con el único deseo de aislarse del mundo y vivir en paz y armonía con la naturaleza, algunos se compran hasta pueblos, otras casonas para montarse algún restaurante o algo que les ayude a mantenerse aislados, esperemos que esta crisis que es más bien para que nos reciclemos, veamos que hay otra forma de vivir más sostenible. saludines