“UN PUEBLO QUE NUNCA SE ACABA” 33. II Parte. “Día de Los Santos” 2º.
Esto de tanta numeración parece las claquetas de cine, que después del sonoro toque o golpe se oye decir eso de: “Atención. Silencio. Se rueda”. Aquí tan solo se relata el “Dia de Los Santos”.
Se llevaba machaconamente “doblando” 9 horas ininterrumpida las campanas, por algo será que la campana de la foto tomada el sábado pasado, tiene forma de rana. Aburridos no estaban los monaguillos… sino con ganas ir a cenar el tradicional “Arroz con liebre”, cuya liebre siempre… siempre era proporcionada por los Sres. de Muguiro; entonces la liebre el mal olor que decimos ahora, que parecemos más que señores. Las doce llegaban… no había repetición, aquel viejo reloj de esfera negra, no blanca como ahora, no daba para más. Uno era testigo en su temprana edad, porque iban a cenar los monaguillos a casa de la abuela Magdalena, y en esa casa habían cenado ya muchas hornadas de monaguillos, desde cuando estaba de sacristán el tío de la abuela Isidoro Dominguez, que después se trasladó a la calle Pavón, en traseras del “Calefate”, taberna y baile muy popular en su tiempo. Antes se había repartido lo que quedaba de las dos banastas, que sirvieron para pedir por las calles “los santos” un día y otro después de la escuela. Llegó el momento esperando, cuando… CONTINUARÁ. Saludos.
Esto de tanta numeración parece las claquetas de cine, que después del sonoro toque o golpe se oye decir eso de: “Atención. Silencio. Se rueda”. Aquí tan solo se relata el “Dia de Los Santos”.
Se llevaba machaconamente “doblando” 9 horas ininterrumpida las campanas, por algo será que la campana de la foto tomada el sábado pasado, tiene forma de rana. Aburridos no estaban los monaguillos… sino con ganas ir a cenar el tradicional “Arroz con liebre”, cuya liebre siempre… siempre era proporcionada por los Sres. de Muguiro; entonces la liebre el mal olor que decimos ahora, que parecemos más que señores. Las doce llegaban… no había repetición, aquel viejo reloj de esfera negra, no blanca como ahora, no daba para más. Uno era testigo en su temprana edad, porque iban a cenar los monaguillos a casa de la abuela Magdalena, y en esa casa habían cenado ya muchas hornadas de monaguillos, desde cuando estaba de sacristán el tío de la abuela Isidoro Dominguez, que después se trasladó a la calle Pavón, en traseras del “Calefate”, taberna y baile muy popular en su tiempo. Antes se había repartido lo que quedaba de las dos banastas, que sirvieron para pedir por las calles “los santos” un día y otro después de la escuela. Llegó el momento esperando, cuando… CONTINUARÁ. Saludos.
Esto de “UN PUEBLO QUE NUNCA SE ACABA” algunas cosas no conocemos pero otras sí porque lo hemos vivido “vivito y coleando” en la niñez y con felicidad en la “Patria Chica”. Cuantas cosas bonitas cuando éramos monaguillos, Semana Santa, Los Santos................ no me acuerdo cuantos pero puede ser que unos treinta, alrededor del altar solo se veían monaguillos así que muchos.