MEMBRIO: “UN PUEBLO QUE NUNCA SE ACABA” 67. II Parte....

“UN PUEBLO QUE NUNCA SE ACABA” 67. II Parte.

Cada vez y según va pasando el tiempo o nosotros por el tiempo, se nos está olvidando que nosotros fuimos un pueblo muy laborioso y ahora que se acerca el fin de semana vamos hablar de los “sonidos de la mañana”. Era las cinco de la madrugada cuando se empezaba a oír los primeros sonidos. Se abría la cuadra para sacar el burro para ponerle el aparejo y llegar a tiempo a la finca o dehesa en la que se trabajaba y sino aparejo… arados invertidos para ir a labrar al huerto o baldío más cercano. Le sucedían los sonidos del traqueteo de las ruedas de un carro o carreta, no era para menos con aquellos gorrones irregulares de las calles; cuando de golpe y porrazo venían aquellos sonidos en forma de canto que decían una y otra vez como si del mismo estribillo se tratase: “Adiós pueblo de Membrío / la espalda te voy dando / yo no sé lo que tengo dentro / que mis ojos van llorando”. Eran las belloteras que con gracia y salero empezaban agradar la mañana. El piconero y el ganado salían más tarde. Hemos sido sin duda un pueblo de grandes pastores reconocidos… y hortelanos por si no lo sabíamos.

Eran los sonidos de un pueblo laborioso, y si a ello le unimos los pregones-anuncios de mercancías para qué seguir contando. Voces recias que te confortaban y te acompañaban en el vivir cotidiano. El sosiego de lo consabido por lo repetitivo. Los sonidos era de lo más variopinto: “A rajá y calá la sandía colorá”, “quién vende pellicas de liebre o conejo”, “chatarrero, hierros viejos”…¡picooooón! Y con los sonidos del “tom…tom” de las fraguas nos despedimos. Buen fin de semana. SALUDOS.