“UN PUEBLO QUE NUNCA SE OLVIDA: Recordando” 16. II Parte.
Entramos desde “El Corral” por la puerta de frente y vemos la habitación del FUTBOLIN (después pasaría a estar entre el baile y el bar), a nuestra izquierda “el reservado “y más adentro la cocina que estaba más baja que el suelo del corral y a nuestra a derecha…¡la dichosa ESCALERA de madera que daba al BALCÓN o escenario, donde se ponían los músicos, típico y propio donde los haya; jamás lo hemos visto en otro lugar.
El futbolín aparte de que se jugaba sin parar, era la excusa perfecta para escapar al baile: ¿Dónde vas muchacho? A jugar al futbolín, cualquiera respondía. Allí se formaba una algarabía entre las voces que se sucedían y los golpes secos de las bolas contra la madera cuando no la bola había saltado entre las muchas piernas (porque patas está mal decirlo) existentes, no faltaba el gracioso que la bola se la guarda… apareciendo unos minutos después. La trampa más común era poner la gorra o boina en ambas porterías. La boina era un complemento bastante usual entre os hombres del campo, que se ponía un poquito ladeada a la derecha. La broma o como se le quiera llamar que se hacía con la boina nueva y que nunca lo entendimos era “caparla”. Creemos que era costumbre tonta. También se tapaba la otra portería con aquel típico pañuelo de raya más largo que un día sin pan. También era- era tantas cosas el futbolín- un sitio donde fumar donde no te viesen los mayores. Eran tiempos en los que cualquier mayor te podía reñir, mandarte a donde sea… porque eran respaldados por los propios padres; puesto que ellos hacían lo mismo con los hijos de los demás. Subamos por la escalera de madera donde están los músicos tocando. Silencio que está tocando una lenta y en el salón de baile titubea a pesar que la canción diga: “Yo soy un hombre sincero / de donde crece las palmas / y antes de morir quiero / cantar mis versos del alma / Guantanamera, guajira guantanamera”.
Muchas veces la puerta estaba cerrada porque arriba no se cabía; ya que se tenía una vista panorámica excelente en ver todo el baile. También servía la escalera - porque tenía una abertura a la izquierda- para que las madres, que habían llegado tarde vigilaran o simplemente viera lo bien que bailaba su hija o con quien bailaba que también era importante; pero de eso hablaremos otro día. CONTINUARÁ. Saludos.
Entramos desde “El Corral” por la puerta de frente y vemos la habitación del FUTBOLIN (después pasaría a estar entre el baile y el bar), a nuestra izquierda “el reservado “y más adentro la cocina que estaba más baja que el suelo del corral y a nuestra a derecha…¡la dichosa ESCALERA de madera que daba al BALCÓN o escenario, donde se ponían los músicos, típico y propio donde los haya; jamás lo hemos visto en otro lugar.
El futbolín aparte de que se jugaba sin parar, era la excusa perfecta para escapar al baile: ¿Dónde vas muchacho? A jugar al futbolín, cualquiera respondía. Allí se formaba una algarabía entre las voces que se sucedían y los golpes secos de las bolas contra la madera cuando no la bola había saltado entre las muchas piernas (porque patas está mal decirlo) existentes, no faltaba el gracioso que la bola se la guarda… apareciendo unos minutos después. La trampa más común era poner la gorra o boina en ambas porterías. La boina era un complemento bastante usual entre os hombres del campo, que se ponía un poquito ladeada a la derecha. La broma o como se le quiera llamar que se hacía con la boina nueva y que nunca lo entendimos era “caparla”. Creemos que era costumbre tonta. También se tapaba la otra portería con aquel típico pañuelo de raya más largo que un día sin pan. También era- era tantas cosas el futbolín- un sitio donde fumar donde no te viesen los mayores. Eran tiempos en los que cualquier mayor te podía reñir, mandarte a donde sea… porque eran respaldados por los propios padres; puesto que ellos hacían lo mismo con los hijos de los demás. Subamos por la escalera de madera donde están los músicos tocando. Silencio que está tocando una lenta y en el salón de baile titubea a pesar que la canción diga: “Yo soy un hombre sincero / de donde crece las palmas / y antes de morir quiero / cantar mis versos del alma / Guantanamera, guajira guantanamera”.
Muchas veces la puerta estaba cerrada porque arriba no se cabía; ya que se tenía una vista panorámica excelente en ver todo el baile. También servía la escalera - porque tenía una abertura a la izquierda- para que las madres, que habían llegado tarde vigilaran o simplemente viera lo bien que bailaba su hija o con quien bailaba que también era importante; pero de eso hablaremos otro día. CONTINUARÁ. Saludos.