RECOLECCIÓN DE LA ACEITUNA-I
Una mañana cualquiera
de diciembre, mes del frío,
jornada dura espera
con helada mañanera
y manto de rocío.
Mientras los hombres, los aperos,
preparan con presteza,
luengos vestidos y ligeros
a la mujeres, severos,
oscurecen su belleza.
Ya se ponen en camino,
tararean una canción,
pues largo está el destino
e importa un comino
la jornada, ¡equivocación!
Ya llegamos, ¡menos mal!
pues el sol no ha salido
y hace un frío tal,
que hasta los huesos, infernal,
sin compasión se ha metido.
Tendemos en el suelo
las lonas de rigor
y golpeamos sin recelo
las olivas que en su vuelo,
surcan rápidas el cielo
y se destripan en el suelo
con gestos de dolor.
Una mañana cualquiera
de diciembre, mes del frío,
jornada dura espera
con helada mañanera
y manto de rocío.
Mientras los hombres, los aperos,
preparan con presteza,
luengos vestidos y ligeros
a la mujeres, severos,
oscurecen su belleza.
Ya se ponen en camino,
tararean una canción,
pues largo está el destino
e importa un comino
la jornada, ¡equivocación!
Ya llegamos, ¡menos mal!
pues el sol no ha salido
y hace un frío tal,
que hasta los huesos, infernal,
sin compasión se ha metido.
Tendemos en el suelo
las lonas de rigor
y golpeamos sin recelo
las olivas que en su vuelo,
surcan rápidas el cielo
y se destripan en el suelo
con gestos de dolor.