Extremadura.
La leyenda de la Serrana de la Vera.
La Serrana era hermosa, «blanca, rubia, ojimorena», nos cuenta el romance popular que empezó a correr por tierras de Extremadura a partir del siglo XVI a propósito de la increíble historia de una noble dama del linaje de los Carvajal que se echó al monte a raíz de un despecho amoroso con un hidalgo que, una vez logrados sus favores, olvidó cumplir con sus promesas matrimoniales.
El propio Luis Vélez de Guevara, autor del Siglo de Oro español universalmente conocido por El diablo cojuelo, vio en esta historia de tradición pastoril un motivo para escribir La Serrana de la Vera, en la que combinó con ingenio todos los ingredientes de una gran leyenda: amores no correspondidos, tesoros ocultos, aventuras y sed de venganza.
Los viajeros que todavía hoy siguen haciendo el camino que va del Puerto de la Serrana hasta Garganta la Olla no pueden evitar que un hormigueo les recorra las piernas cuando van por los senderos escarpados y gargantas de la sierra, que hasta bien entrado el siglo XIX estuvieron atestados de bandoleros.
En la memoria de todos están escritas las sangrientas hazañas de aquella garrida moza garganteña que, para cumplir su venganza, salía al paso de los caminantes varones con toda suerte de engaños: todo aquel que osaba ingresar en su siniestra cueva con la promesa de rendir sus encantos acababa sus días en una sepultura con una cruz de madera.
El romancero también nos informa que la Serrana fue desenmascarada por un avispado pastor que logró escapar milagrosamente de aquel lugar, no sin antes darse un banquete de amor:
«De perdices y conejos, sirvióme muy rica cena,
de pan blanco y buen vino, y de su cara risueña.
Si buena cena me dio, poco pude comer de ella;
si buena cena me dio, muy mejor cama me diera…».
La dama habría caído víctima de su propia medicina: la adormidera. En su destino final hay divergencias: mientras unos aseguran que, tras ser perseguida de cueva en cueva como una alimaña, fue ajusticiada por sus crímenes en la plaza Mayor de Plasencia, otros afirman que su historia llegó a oídos del Rey y que éste la indultó tras establecer que la bella no era en realidad consciente de sus crímenes.
Tan popular y misteriosa es la figura de la Serrana que el pueblo de Garganta la Olla le tiene dedicada una estatua en su honor, además de varias versiones en romance sobre la leyenda.
La leyenda de la Serrana de la Vera.
La Serrana era hermosa, «blanca, rubia, ojimorena», nos cuenta el romance popular que empezó a correr por tierras de Extremadura a partir del siglo XVI a propósito de la increíble historia de una noble dama del linaje de los Carvajal que se echó al monte a raíz de un despecho amoroso con un hidalgo que, una vez logrados sus favores, olvidó cumplir con sus promesas matrimoniales.
El propio Luis Vélez de Guevara, autor del Siglo de Oro español universalmente conocido por El diablo cojuelo, vio en esta historia de tradición pastoril un motivo para escribir La Serrana de la Vera, en la que combinó con ingenio todos los ingredientes de una gran leyenda: amores no correspondidos, tesoros ocultos, aventuras y sed de venganza.
Los viajeros que todavía hoy siguen haciendo el camino que va del Puerto de la Serrana hasta Garganta la Olla no pueden evitar que un hormigueo les recorra las piernas cuando van por los senderos escarpados y gargantas de la sierra, que hasta bien entrado el siglo XIX estuvieron atestados de bandoleros.
En la memoria de todos están escritas las sangrientas hazañas de aquella garrida moza garganteña que, para cumplir su venganza, salía al paso de los caminantes varones con toda suerte de engaños: todo aquel que osaba ingresar en su siniestra cueva con la promesa de rendir sus encantos acababa sus días en una sepultura con una cruz de madera.
El romancero también nos informa que la Serrana fue desenmascarada por un avispado pastor que logró escapar milagrosamente de aquel lugar, no sin antes darse un banquete de amor:
«De perdices y conejos, sirvióme muy rica cena,
de pan blanco y buen vino, y de su cara risueña.
Si buena cena me dio, poco pude comer de ella;
si buena cena me dio, muy mejor cama me diera…».
La dama habría caído víctima de su propia medicina: la adormidera. En su destino final hay divergencias: mientras unos aseguran que, tras ser perseguida de cueva en cueva como una alimaña, fue ajusticiada por sus crímenes en la plaza Mayor de Plasencia, otros afirman que su historia llegó a oídos del Rey y que éste la indultó tras establecer que la bella no era en realidad consciente de sus crímenes.
Tan popular y misteriosa es la figura de la Serrana que el pueblo de Garganta la Olla le tiene dedicada una estatua en su honor, además de varias versiones en romance sobre la leyenda.