Fuentes Tamáricas.
Las Fuentes Tamáricas son tres fuentes próximas ubicadas por el geógrafo e historiador romano Plinio el Viejo en la Cantabria clásica, y que desde el siglo XVIII se vienen identificando con la fuente de La Reana, en Velilla del Río Carrión, Palencia.
La Fontes Tamarici de los Cántabros que habitaban la zona, es un estanque rectangular con tres arcos que tiene la peculiaridad de llenarse y vaciarse de forma inesperada, hecho al que confirió poderes augurales el naturalista y militar romano Plinio el Viejo en su obra Historia Natural con la siguiente cita:
Las Fuentes Tamáricas en Cantabria sirven de augurio. Son tres, a la distancia de ocho pies. Se juntan en un solo lecho, llevando cada una gran caudal. Suelen estar en seco durante doce días y, a veces, hasta veinte, sin dejar ninguna señal de agua, mientras que otra fuente contigua sigue manando sin interrupción y en abundancia. Es de mal agüero intentar verlas cuando no corren, como le sucedió poco ha al legado Larcio Licinio, quien, después de su pretura, fue a verlas cuando no corrían, y murió a los siete días.
A su lado se encuentra la ermita de San Juan del siglo XII. A la entrada, una losa con la inscripción: Fuentes Tamáricas y ermita de San Juan de Fuentes Divinas. La intermitencia irregular del brote de las aguas de estas fuentes tiene el don de profetizar la pronta muerte de todo aquel que, al visitar por primera vez la fuente, la encuentre en su fase seca.
La lapida presente a la entrada del recinto advierte del mal augurio de visitar la fuente estando vacía sigue siendo tenida en cuenta por algunos turistas supersticiosos.
El misterio de su llenado y vaciado aún perdura hoy en día; los estudios realizados sobre la procedencia del agua y sus ciclos no han obtenido ningún resultado, y siguen confiriendo al lugar un halo de misticismo.
Se sabe que los cántabros tamáricos que habitaban la zona desde el siglo III a. C. rendían culto a las aguas y a las fuentes sagradas. No se conoce con exactitud el año de su construcción, pero está claro que cuando los romanos conquistaron Cantabria (año 19 a. C.), hallaron estas fuentes que llamaron poderosamente su atención. El irregular brote de sus aguas y vaciado inesperado, acompañado del ruido subterráneo que precede a su llenado, tuvieron que ser en aquella época motivo de respeto y adoración. Posiblemente fueron utilizadas como baños de inmersión, lavadero y augurio. También se ha sugerido que el conjunto pudo estar dedicado a algún dios de las aguas, donde se realizaban predicciones basándose en su irregular ciclo de llenado y vaciado. En el siglo XIII se construyó a su lado una ermita consagrada a San Juan Bautista, para cristianizar el lugar y borrar toda relación con ritos paganos.
El religioso Enrique Flórez, consagrado a la historia y a la geografía, realizó un exhaustivo estudio sobre los límites de Cantabria, bajo el título La Cantabria. Disertación sobre el sitio y extensión que tuvo en tiempos de los romanos la región de los cántabros, con noticia de las regiones confinantes y de varias poblaciones antiguas, donde encontramos el texto: Yo he averiguado la situación de las fuentes que refiere Plinio en la Cantabria, y es en las montañas de León, a Oriente de la Ciudad doce leguas, junto al ro Carrión, en el lugar de Velilla de Guardo, cinco leguas al norte de Saldaña, donde hay una Ermita con título de S. Juan de Fuentes Divinas.
Esta laguna corresponde a la expresión de Plinio: «In unum alveum coeunt»; y por tanto nos aseguramos que habla de esta fuente, y que el sitio es dentro de la Cantabria, al Sudoeste de Reinosa y del nacimiento del Ebro. Por eso alargamos la Cantabria desde la costa de Santander al Mediodía, llegando y abrazando las cuestas de Aguilar de Campoo y Norte de Saldaña, en que está la referida fuente.
Los trabajos de Enrique Flórez son considerados aún hoy día un referente para interpretar lo que geográficamente fue la antigua Cantabria.
Permanece en pie todo el valor histórico vinculado a aquella fuente desde que Plinio describió el fenómeno de la intermitencia y se hizo eco, al recoger la leyenda, de su carácter augural, del ambiente religioso existente en torno a la popular Reana desde tiempos prerromanos y que ha subsistido hasta hoy en la vecina ermita de San Juan de las Aguas Divinas.
Las Fuentes Tamáricas son tres fuentes próximas ubicadas por el geógrafo e historiador romano Plinio el Viejo en la Cantabria clásica, y que desde el siglo XVIII se vienen identificando con la fuente de La Reana, en Velilla del Río Carrión, Palencia.
La Fontes Tamarici de los Cántabros que habitaban la zona, es un estanque rectangular con tres arcos que tiene la peculiaridad de llenarse y vaciarse de forma inesperada, hecho al que confirió poderes augurales el naturalista y militar romano Plinio el Viejo en su obra Historia Natural con la siguiente cita:
Las Fuentes Tamáricas en Cantabria sirven de augurio. Son tres, a la distancia de ocho pies. Se juntan en un solo lecho, llevando cada una gran caudal. Suelen estar en seco durante doce días y, a veces, hasta veinte, sin dejar ninguna señal de agua, mientras que otra fuente contigua sigue manando sin interrupción y en abundancia. Es de mal agüero intentar verlas cuando no corren, como le sucedió poco ha al legado Larcio Licinio, quien, después de su pretura, fue a verlas cuando no corrían, y murió a los siete días.
A su lado se encuentra la ermita de San Juan del siglo XII. A la entrada, una losa con la inscripción: Fuentes Tamáricas y ermita de San Juan de Fuentes Divinas. La intermitencia irregular del brote de las aguas de estas fuentes tiene el don de profetizar la pronta muerte de todo aquel que, al visitar por primera vez la fuente, la encuentre en su fase seca.
La lapida presente a la entrada del recinto advierte del mal augurio de visitar la fuente estando vacía sigue siendo tenida en cuenta por algunos turistas supersticiosos.
El misterio de su llenado y vaciado aún perdura hoy en día; los estudios realizados sobre la procedencia del agua y sus ciclos no han obtenido ningún resultado, y siguen confiriendo al lugar un halo de misticismo.
Se sabe que los cántabros tamáricos que habitaban la zona desde el siglo III a. C. rendían culto a las aguas y a las fuentes sagradas. No se conoce con exactitud el año de su construcción, pero está claro que cuando los romanos conquistaron Cantabria (año 19 a. C.), hallaron estas fuentes que llamaron poderosamente su atención. El irregular brote de sus aguas y vaciado inesperado, acompañado del ruido subterráneo que precede a su llenado, tuvieron que ser en aquella época motivo de respeto y adoración. Posiblemente fueron utilizadas como baños de inmersión, lavadero y augurio. También se ha sugerido que el conjunto pudo estar dedicado a algún dios de las aguas, donde se realizaban predicciones basándose en su irregular ciclo de llenado y vaciado. En el siglo XIII se construyó a su lado una ermita consagrada a San Juan Bautista, para cristianizar el lugar y borrar toda relación con ritos paganos.
El religioso Enrique Flórez, consagrado a la historia y a la geografía, realizó un exhaustivo estudio sobre los límites de Cantabria, bajo el título La Cantabria. Disertación sobre el sitio y extensión que tuvo en tiempos de los romanos la región de los cántabros, con noticia de las regiones confinantes y de varias poblaciones antiguas, donde encontramos el texto: Yo he averiguado la situación de las fuentes que refiere Plinio en la Cantabria, y es en las montañas de León, a Oriente de la Ciudad doce leguas, junto al ro Carrión, en el lugar de Velilla de Guardo, cinco leguas al norte de Saldaña, donde hay una Ermita con título de S. Juan de Fuentes Divinas.
Esta laguna corresponde a la expresión de Plinio: «In unum alveum coeunt»; y por tanto nos aseguramos que habla de esta fuente, y que el sitio es dentro de la Cantabria, al Sudoeste de Reinosa y del nacimiento del Ebro. Por eso alargamos la Cantabria desde la costa de Santander al Mediodía, llegando y abrazando las cuestas de Aguilar de Campoo y Norte de Saldaña, en que está la referida fuente.
Los trabajos de Enrique Flórez son considerados aún hoy día un referente para interpretar lo que geográficamente fue la antigua Cantabria.
Permanece en pie todo el valor histórico vinculado a aquella fuente desde que Plinio describió el fenómeno de la intermitencia y se hizo eco, al recoger la leyenda, de su carácter augural, del ambiente religioso existente en torno a la popular Reana desde tiempos prerromanos y que ha subsistido hasta hoy en la vecina ermita de San Juan de las Aguas Divinas.