En aquellos tiempos por muchas calles hemos visto pasar alegrías pero esta ha sido y es poco transitada y tal vez porque el nombre de la calle siempre aterrorizó.
¡Jesús, Jesús................. Calle Calaveras!.
¡Jesús, Jesús................. Calle Calaveras!.
"LA VIDA NO ES COMO ES… SINO COMO LA RECORDAMOS “ 79. V Parte.
Más que probablemente el nombre de “calle Calaveras”, provenga de los cráneos o calaveras de un osario; pero qué duda cabe que eran cosas tenebrosas y siempre dentro de aquellas conversaciones de corro que se hacía, ¡y oye… gustaban! Tu cuando oías relatar: “ Una noche viniendo del millar de Mohedas –es un ejemplo- noche “cerrá” donde las haiga, de pronto oímos unos pasos… Vamos a escondernos detrás de esas retamas… le dije al compañero…”. Pues el desenlace lo esperábamos boquiabiertos o con la bocas abiertas como lo prefieran. Pues siempre sucedía al final aquello de: “A ver quién es el macho, que va ahora al cementerio y pone una gorra en el medio”. Después el grupo o parte del grupo lo iban a comprobar con unos miedos a rebosar. Algunas veces era el propio “valiente” que surgiera encima de la tapia del cementerio con escandalosas e ininteligibles voces, capaz de resucitar a los muertos. Otras veces – recuérdese que el osario estaba junto a la pared a la derecha de la puerta dando con la ermita de San Bernabé, se veía en las noche y si hacia aire mucho más… unos “chisporretazos” o “fogonazos” (fotones se diría ahora). Nadie había puesto en antecedentes a aquellos sagaces muchachos notarios, lo que eran “los fuegos fatuos”. Ahora todos sabemos mucho y si nos preguntaran de que era esos” fuegos”; enseguida y sin hacernos esperar contestaríamos con tranquilidad y pausadamente: “Eso es debido al fosforo de los huesos, que hace que arda el metano producido por la descomposición orgánica” Y no quedaríamos tan panchos. SALUDOS.
Más que probablemente el nombre de “calle Calaveras”, provenga de los cráneos o calaveras de un osario; pero qué duda cabe que eran cosas tenebrosas y siempre dentro de aquellas conversaciones de corro que se hacía, ¡y oye… gustaban! Tu cuando oías relatar: “ Una noche viniendo del millar de Mohedas –es un ejemplo- noche “cerrá” donde las haiga, de pronto oímos unos pasos… Vamos a escondernos detrás de esas retamas… le dije al compañero…”. Pues el desenlace lo esperábamos boquiabiertos o con la bocas abiertas como lo prefieran. Pues siempre sucedía al final aquello de: “A ver quién es el macho, que va ahora al cementerio y pone una gorra en el medio”. Después el grupo o parte del grupo lo iban a comprobar con unos miedos a rebosar. Algunas veces era el propio “valiente” que surgiera encima de la tapia del cementerio con escandalosas e ininteligibles voces, capaz de resucitar a los muertos. Otras veces – recuérdese que el osario estaba junto a la pared a la derecha de la puerta dando con la ermita de San Bernabé, se veía en las noche y si hacia aire mucho más… unos “chisporretazos” o “fogonazos” (fotones se diría ahora). Nadie había puesto en antecedentes a aquellos sagaces muchachos notarios, lo que eran “los fuegos fatuos”. Ahora todos sabemos mucho y si nos preguntaran de que era esos” fuegos”; enseguida y sin hacernos esperar contestaríamos con tranquilidad y pausadamente: “Eso es debido al fosforo de los huesos, que hace que arda el metano producido por la descomposición orgánica” Y no quedaríamos tan panchos. SALUDOS.