RELATOS AL ATARDECER-3.
"El Valle de Piedras Encimadas". Zacatlán, Estado de Puebla, México.
Los estudios geológicos indican que su creación se debe a procesos que han tenido lugar durante millones de años, debido a agentes atmosféricos como el viento, el agua, la humedad y las reacciones químicas. Así, el tallado y creación de estas piedras monumentales se atribuye a la erosión de la piedra caliza que tiene un remoto origen marino, y que ha requerido durante milenios de los efectos moldeadores. Los estudios en minerales han demostrado que el fenómeno de las piedras encimadas está relacionado con la historia de la tierra. Hoy se sabe que estas formaciones son del Periodo Terciario, con 65 millones de años. El valle abarca aproximadamente dos mil hectáreas.
Este fantástico lugar, y como ocurre tan a menudo con muchas bellezas naturales del mundo, quizá por estar fuera de las rutas más concurridas o en parajes inaccesibles, este valle mexicano, con sus fantásticas y caprichosas formaciones de roca volcánica, permaneció ignorado durante mucho tiempo. Gracias a la erosión, las piedras de origen sedimentario y con estratos de distinta composición o naturaleza se fueron gastando, lo que forzosamente había de dar lugar a un desgaste alternativo, según la particular naturaleza de dichos estratos, formándose con ello una serie de láminas superpuestas y claramente diferenciables, o también a un desgaste en la parte inferior, quedando únicamente la piedra de arriba, a modo de sombrerete, sobre una columna pétrea que a veces era de una increíble estrechez. Pero en los dos casos siempre quedan piedras dispuestas unas encima de otras. De ahí ese nombre de “piedras encimadas” que se ha dado a las que se encuentran en este lugar.
Todas esa gigantescas masas rocosas, las hay que alcanzan 15 metros de altura y hasta cuatro de diámetro en la base, presentan una gran variedad de formas, algunas de ellas con manifiesta semejanza con personas, animales, cosas.... Así se ven bloques en forma de gigantescos hongos, otros recuerdan un rostro humano, unos parecen animales, los hay que evocan la silueta de un torreón o de un castillo, etc. Y los hay también cuya forma no recuerda nada, y son formas raras, caprichosas, pero tan singularmente extrañas y fuera de lo corriente que en eso mismo, en su insólita e inverosímil presencia, encierran todo el interés y atractivo que despiertan. Todas esas piedras, con unas formas que a veces nos recuerdan cosas de nuestro mundo y con otras que, al no recordarnos nada, parecen un poco de otro universo, son como un símbolo de eternidad. Y lo mismo cuando se las entrevé, difusas y borrosas, entre las nieblas bajas, como cuando se yerguen y destacan vivamente bajo la luz del sol, con el húmedo brillo de los líquenes y de los musgos con los que se envuelven y se adornan, dan siempre la sensación de que tienen vida, una vida extraña y misteriosa como su apariencia, y de que nos transmiten, día tras día, el silencioso mensaje de un mundo convulso y remoto que nunca conocimos.
"El Valle de Piedras Encimadas". Zacatlán, Estado de Puebla, México.
Los estudios geológicos indican que su creación se debe a procesos que han tenido lugar durante millones de años, debido a agentes atmosféricos como el viento, el agua, la humedad y las reacciones químicas. Así, el tallado y creación de estas piedras monumentales se atribuye a la erosión de la piedra caliza que tiene un remoto origen marino, y que ha requerido durante milenios de los efectos moldeadores. Los estudios en minerales han demostrado que el fenómeno de las piedras encimadas está relacionado con la historia de la tierra. Hoy se sabe que estas formaciones son del Periodo Terciario, con 65 millones de años. El valle abarca aproximadamente dos mil hectáreas.
Este fantástico lugar, y como ocurre tan a menudo con muchas bellezas naturales del mundo, quizá por estar fuera de las rutas más concurridas o en parajes inaccesibles, este valle mexicano, con sus fantásticas y caprichosas formaciones de roca volcánica, permaneció ignorado durante mucho tiempo. Gracias a la erosión, las piedras de origen sedimentario y con estratos de distinta composición o naturaleza se fueron gastando, lo que forzosamente había de dar lugar a un desgaste alternativo, según la particular naturaleza de dichos estratos, formándose con ello una serie de láminas superpuestas y claramente diferenciables, o también a un desgaste en la parte inferior, quedando únicamente la piedra de arriba, a modo de sombrerete, sobre una columna pétrea que a veces era de una increíble estrechez. Pero en los dos casos siempre quedan piedras dispuestas unas encima de otras. De ahí ese nombre de “piedras encimadas” que se ha dado a las que se encuentran en este lugar.
Todas esa gigantescas masas rocosas, las hay que alcanzan 15 metros de altura y hasta cuatro de diámetro en la base, presentan una gran variedad de formas, algunas de ellas con manifiesta semejanza con personas, animales, cosas.... Así se ven bloques en forma de gigantescos hongos, otros recuerdan un rostro humano, unos parecen animales, los hay que evocan la silueta de un torreón o de un castillo, etc. Y los hay también cuya forma no recuerda nada, y son formas raras, caprichosas, pero tan singularmente extrañas y fuera de lo corriente que en eso mismo, en su insólita e inverosímil presencia, encierran todo el interés y atractivo que despiertan. Todas esas piedras, con unas formas que a veces nos recuerdan cosas de nuestro mundo y con otras que, al no recordarnos nada, parecen un poco de otro universo, son como un símbolo de eternidad. Y lo mismo cuando se las entrevé, difusas y borrosas, entre las nieblas bajas, como cuando se yerguen y destacan vivamente bajo la luz del sol, con el húmedo brillo de los líquenes y de los musgos con los que se envuelven y se adornan, dan siempre la sensación de que tienen vida, una vida extraña y misteriosa como su apariencia, y de que nos transmiten, día tras día, el silencioso mensaje de un mundo convulso y remoto que nunca conocimos.