RELATOS AL ATARDECER-4
La historia del Inodoro. Sir John Harington de Kelston. Nació el 4 de agosto de 1561. Cortesano inglés, autor y maestro de arte, popularmente conocido como el inventor del inodoro.
Hace más de 4.000 años los cretenses ya aplicaban en el palacio real de Cnossos una especie de inodoro. Constaba de una cisterna, taza y canal de desagüe, pero el progreso de la redes fue lento. Solo hace dos siglos que las cloacas sirven a domicilio privados. Durante cuatro milenios los orinales eran volcados a la calle, previo aviso.
Los próceres del higiénico cambio fueron: Sobre todo el ingles John Harington (poeta), quien en 1597 desarrollo el wáter closet de válvula, que bautizo Ajax y fue instalado en el palacio de Isabel I en Richmond. En 1775 John Cummins patentó un w. c. de cisterna, perfeccionado en 1778 por Samuel Prosse con su válvula esférica. Setenta años después, en virtud del acta de Salud Pública inglesa, se obligó a instalar en todas las casas que se construyeran un servicio de inodoro. Hacia 1890 ya había triunfado en toda Europa.
El artefacto ha recibido en el mundo todo tipo de denominaciones, a menudo extendidas al local en que se instala. Los campesinos ingleses siguieron llamándolo john, en homenaje al poeta inglés, John Harington que indudablemente fue su precursor.
Erasmo de Rotterdam, el erudito humanista del siglo XVI, que escribió uno de los primeros libros de etiqueta de la historia, nos aporta algunas de las primeras normas escritas de conducta para el “cuarto de baño” y las funciones corporales. Nos advierte que “es descortés saludar a alguien mientras esté orinando o defecando”, y usa lo que se refiere a soltar ventosidades recomienda que se “disimule con una tos el estruendo explosivo... Sígase la ley de sustituir los pedos por toses”.
La historia del “cuarto de baño” tiene su comienzo en Escocia hace diez mil años. Aunque el hombre primitivo, consciente de la toxicidad de sus desechos, se instalaba cerca de alguna fuente natural de agua corriente, fueron los habitantes de las islas Oreadas, frente a la costa de Escocia, quienes construyeron los primeros sistemas tipo letrina para alejar de sus hogares los desechos. Una serie de toscas conducciones iban desde las viviendas de piedra hasta los torrentes, lo que permitía satisfacer las necesidades en el interior en vez de tener que salir al exterior.
En Oriente, la higiene era un imperativo religioso para los antiguos hindúes, y en una época tan lejana como 3000 a. C. muchas casas poseían ya instalaciones sanitarias privadas. En el valle del Indo, en Pakistán, los arqueólogos han descubierto baños públicos y privados provistos de cañerías de barro cocido incrustadas en obra de ladrillo, con grifos para controlar el agua.
Muchas de las viviendas de Roma, sobre todo las elevadas, no tenían retrete porque carecían del suministro de agua necesario para evacuarlo.
Todo lo que avanzaron los cretenses, indios, egipcios y romanos en materia de letrinas y retretes parece haberse ido por el desagüe con cada una de estas civilizaciones. El período comprendido entre los siglos V y XV fue oscuro para la higiene. Las calles estaban llenas de excrementos por todas partes. Como en el cavernario, el hombre daba alivio al cuerpo en esquinas, ríos, árboles.... En el mejor de los casos tenía una bacinilla, chata o taza de noche, cuyo contenido iba a parar a la calle. O a la cabeza del transeúnte desprevenido. A menos que se hubiera apartado a tiempo, al grito de “ ¡Agua va!”.
La historia del Inodoro. Sir John Harington de Kelston. Nació el 4 de agosto de 1561. Cortesano inglés, autor y maestro de arte, popularmente conocido como el inventor del inodoro.
Hace más de 4.000 años los cretenses ya aplicaban en el palacio real de Cnossos una especie de inodoro. Constaba de una cisterna, taza y canal de desagüe, pero el progreso de la redes fue lento. Solo hace dos siglos que las cloacas sirven a domicilio privados. Durante cuatro milenios los orinales eran volcados a la calle, previo aviso.
Los próceres del higiénico cambio fueron: Sobre todo el ingles John Harington (poeta), quien en 1597 desarrollo el wáter closet de válvula, que bautizo Ajax y fue instalado en el palacio de Isabel I en Richmond. En 1775 John Cummins patentó un w. c. de cisterna, perfeccionado en 1778 por Samuel Prosse con su válvula esférica. Setenta años después, en virtud del acta de Salud Pública inglesa, se obligó a instalar en todas las casas que se construyeran un servicio de inodoro. Hacia 1890 ya había triunfado en toda Europa.
El artefacto ha recibido en el mundo todo tipo de denominaciones, a menudo extendidas al local en que se instala. Los campesinos ingleses siguieron llamándolo john, en homenaje al poeta inglés, John Harington que indudablemente fue su precursor.
Erasmo de Rotterdam, el erudito humanista del siglo XVI, que escribió uno de los primeros libros de etiqueta de la historia, nos aporta algunas de las primeras normas escritas de conducta para el “cuarto de baño” y las funciones corporales. Nos advierte que “es descortés saludar a alguien mientras esté orinando o defecando”, y usa lo que se refiere a soltar ventosidades recomienda que se “disimule con una tos el estruendo explosivo... Sígase la ley de sustituir los pedos por toses”.
La historia del “cuarto de baño” tiene su comienzo en Escocia hace diez mil años. Aunque el hombre primitivo, consciente de la toxicidad de sus desechos, se instalaba cerca de alguna fuente natural de agua corriente, fueron los habitantes de las islas Oreadas, frente a la costa de Escocia, quienes construyeron los primeros sistemas tipo letrina para alejar de sus hogares los desechos. Una serie de toscas conducciones iban desde las viviendas de piedra hasta los torrentes, lo que permitía satisfacer las necesidades en el interior en vez de tener que salir al exterior.
En Oriente, la higiene era un imperativo religioso para los antiguos hindúes, y en una época tan lejana como 3000 a. C. muchas casas poseían ya instalaciones sanitarias privadas. En el valle del Indo, en Pakistán, los arqueólogos han descubierto baños públicos y privados provistos de cañerías de barro cocido incrustadas en obra de ladrillo, con grifos para controlar el agua.
Muchas de las viviendas de Roma, sobre todo las elevadas, no tenían retrete porque carecían del suministro de agua necesario para evacuarlo.
Todo lo que avanzaron los cretenses, indios, egipcios y romanos en materia de letrinas y retretes parece haberse ido por el desagüe con cada una de estas civilizaciones. El período comprendido entre los siglos V y XV fue oscuro para la higiene. Las calles estaban llenas de excrementos por todas partes. Como en el cavernario, el hombre daba alivio al cuerpo en esquinas, ríos, árboles.... En el mejor de los casos tenía una bacinilla, chata o taza de noche, cuyo contenido iba a parar a la calle. O a la cabeza del transeúnte desprevenido. A menos que se hubiera apartado a tiempo, al grito de “ ¡Agua va!”.