MEMBRIO: RELATOS AL ATARDECER-XXVIII....

RELATOS AL ATARDECER-XXVIII.
TOROS DE GUISANDO. Los Toros de Guisando son un conjunto escultórico vetón que se ubica en el Cerro de Guisando, El Tiemblo, Ávila.
Se datan entre los siglos II y I antes de Cristo, con preferencia a la creación en el siglo II a. C., durante la Edad del Hierro. Se trata de cuatro esculturas realizadas en granito que representan cuadrúpedos, identificados como toros o verracos (cerdos sementales), con preferencia a la suposición de que se trata de toros, ya que algunas de las piezas presentan, en la cabeza, oquedades consideradas para la inserción de cuernos.
Las cuatro esculturas se encuentran costado contra costado, formando una línea en dirección norte-sur y todas ellas mirando hacia el oeste, a la loma del cerro de Guisando, del que reciben su nombre, dejando a sus espaldas el arroyo Tórtolas, frontera natural que separa las comunidades de Castilla y León y Madrid.
La importancia de la ganadería para la subsistencia del pueblo vetón hace suponer que estas estatuas eran protectoras del ganado, aunque ésta es solamente una de las muchas teorías planteadas en torno a la función de estas esculturas. Localizados en el término municipal de El Tiemblo, en Ávila, los cuatro Toros de Guisando son una de las mejores manifestaciones artísticas de la España preromana. Estas figuras fueron realizadas, en plena Edad del Hierro. Durante esta etapa, el pueblo de los vetones está asentado en las provincias de Badajoz, Cáceres, Salamanca y Ávila. Pueblo fundamentalmente ganadero, los vetones se establecían en lugares en los que abundaba el agua y el pasto para sus rebaños. El ganado, vacas, toros, cerdos y la caza jabalíes, les procuraba carne, leche, cuero y estiércol, productos de importancia vital. De ahí que erigiesen toscas representaciones, llamadas verracos, de cerdos, jabalíes y toros, como éstas de Guisando. Realizadas en bloques de granito, las cuatro figuras, de más de dos metros y medio de largo, miran alineadas hacia el atardecer y al cerro del que toman nombre, estando situadas en la margen izquierda del arroyo Tórtolas. Aunque poco elaboradas, algunas de ellas dan muestra de un incipiente realismo, pues poseen agujeros para insertar los cuernos y unos suaves surcos paralelos que indican los pliegues del cuello del animal. La gran duda que nos queda acerca de estos cuatro enigmáticos verracos es su función, pues pudo tratarse de esculturas con fines religiosos o funerarios, o bien ser protectoras de los rebaños, dotadas de una finalidad mágica o bien como simples hitos en las cañadas o marcadores territoriales
Los Toros de Guisando han estado presentes en obras literarias españolas de todos los tiempos. Miguel de Cervantes los cita varias veces en Don Quijote de la Mancha, en tanto que Federico García Lorca recurre a su valor emblemático en su obra Llanto por Ignacio Sánchez Mejías:
... y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
El paraje da nombre al Tratado de los Toros de Guisando porque que allí se firmó en el siglo XV entre el rey Enrique IV de Castilla y su hermana Isabel I de Castilla, conocida como Isabel la Católica, se reconocía la proclamación de ésta como Princesa de Asturias y, con ello, heredera al trono de Castilla.