EL ZUMBIDO DEL MOSCARDÓN.
El moscardón entró por la ventana, llevaba un aleteo rápido y enloquecedor, como de puro frenesí, acompañado de ese ruido zumbón que en su loco volar le identifica. Salí a escape con unas hojas de periódico para ahuyentarlo y que volviera a salir, pero no se dejaba ir. Se escondió y dejé de oírlo. Pensé que ya saldría y no iba esta vez a tener escapatoria.
Al cabo de un rato volví a oír su zumbido y me fui hacía él, no dejaba de volar en grandes círculos entorno a mí. Como vi que no terminaba de posarse y quería darle un buen papirotazo y dejarlo aturdido, comencé de nuevo a abanicar el aire con las hojas de periódico, a ver si así conseguía atinarle y dejarlo noqueado.
Nada, que estaba resultando más astuto de lo que yo creía, llegué como a notar que jugaba y se burlaba de mí.
Seguro que si alguien entra y me ve de esa guisa, dando vueltas por la casa en paños menores, sujetando con la mano parte de un periódico a la vez que abanicaba el aire dando bandazos aquí y allá mientras perseguía al escurridizo insecto, lo menos que pensaría es que habría perdido el juicio.
En esas estaba cuando oigo el ruido zumbón como articulando una voz, que me dice: déjalo ya, no te molestes más, no conseguirás ahuyentarme. Te crees muy importante porque eres más grande que yo, pero ni eres tan rápida ni emites este ruido zumbón que te trepana el cerebro y te deja zumbada.
¡Jesús, Jesús............. que suerte tiene este burro que no le pica el moscardón!.
El moscardón entró por la ventana, llevaba un aleteo rápido y enloquecedor, como de puro frenesí, acompañado de ese ruido zumbón que en su loco volar le identifica. Salí a escape con unas hojas de periódico para ahuyentarlo y que volviera a salir, pero no se dejaba ir. Se escondió y dejé de oírlo. Pensé que ya saldría y no iba esta vez a tener escapatoria.
Al cabo de un rato volví a oír su zumbido y me fui hacía él, no dejaba de volar en grandes círculos entorno a mí. Como vi que no terminaba de posarse y quería darle un buen papirotazo y dejarlo aturdido, comencé de nuevo a abanicar el aire con las hojas de periódico, a ver si así conseguía atinarle y dejarlo noqueado.
Nada, que estaba resultando más astuto de lo que yo creía, llegué como a notar que jugaba y se burlaba de mí.
Seguro que si alguien entra y me ve de esa guisa, dando vueltas por la casa en paños menores, sujetando con la mano parte de un periódico a la vez que abanicaba el aire dando bandazos aquí y allá mientras perseguía al escurridizo insecto, lo menos que pensaría es que habría perdido el juicio.
En esas estaba cuando oigo el ruido zumbón como articulando una voz, que me dice: déjalo ya, no te molestes más, no conseguirás ahuyentarme. Te crees muy importante porque eres más grande que yo, pero ni eres tan rápida ni emites este ruido zumbón que te trepana el cerebro y te deja zumbada.
¡Jesús, Jesús............. que suerte tiene este burro que no le pica el moscardón!.