CONVOCATORIA: HOMENAJE AL CAMPO Y A LOS ANTEPASADOS.
Más que el despertador era el reloj de la Torre que te decía: “las cinco dan enseguida…”. “Dam, dam, dam, dam… A ver cuántas campanadas han dado… sólo han sido cuatro; aún tenemos una hora más para dormir. Quizás queden por ahí algunas -pocas- generaciones con reminiscencias del pasado y levantarse a las cinco es una de ellas.
Poco después de las cinco, empezaban las calles a tomar vida. A ir a la cuadra encontrabas resoplando al burro pidiendo un poco de pienso por no decir paja a seca; pero ello era suficiente hasta que llegara al tajo y lo soltaran, manearan o le clavaran la estaca con soga en el verde prado, Era el burro uno o dos fundamental para las labores del campo: el tener sólo era más propio del jornalero y dos del labrador, que hacía posible de tirar del arado romano entre malezas y canchos… cuando había necesidad de tierra; ahora toda sobra. Hay gente que las daría gratis con tal que las mantuvieran: levantado portillos… descuajando malezas. Pero hemos llegado a tal estado de bienestar, que las ganas de trabajar pueden aguantar.
Ya va a ser las cinco y media y el burro está aparejado. Se oye los primeros “galipos”, “dejarros” o “escupitajos”, salidos de las gargantas espetados como bala de fusil, había algunos que había que repetir; ya que otro de menos calibre se había quedado en la recámara sino que me lo digan a mí que ya a esas horas, estábamos detrás de aquella ventana con brasero encendido. Los ruidos iban aumentando según iba transcurriendo la mañana. El traquear de ruedas de carros y carretas por aquellas calles de piedras, llena de charcos y regatos: se oían las primeras bicas que desde las ventanas se arrojaban sin decir: ¡”meaos” va…! “Agua va…” se decía en la zarzuela “La Verbena de la Paloma” la sirvienta de doña Francisquita; mientras los cochinos conducidos por sus dueños, caminaban al corral del porquero municipal, que tan solo conocimos a dos, pero eso ¡que más dá…!Si lo que pretendemos reflejar cómo eran esas” cinco de la mañana” en mi pueblo.
Después de que a esa hora y en verano, hubiesen descargados los dos carros o carretas de paja a la puerta de la cuadra y los vecinos ayudaran como ayuda de solidaridad social tradicional. Y es que antes todo el mundo se ayudaba porque se necesitaban unos a otros como el pan necesita al agua. Ahora tenemos pan y agua… pues ¿qué necesitamos de los demás?
Pero hay unas “cinco de la mañana” que jamás se nos podrá olvidar: el canto de “Las Belloteras” a mediado de los noviembres, recorriendo las calles para buscarse unas y a otras, con cantos que nunca molestaban porque había una costumbre ascentral que decía: ¡a las cinco arriba! Pero no con pena sino con alegría al salir del pueblo andando, cogidas del brazo cantaban:
“Adiós pueblo de Membrío
La espalda te voy dando,
Yo no sé lo que tengo dentro
Que mis ojos van llorando-“. Cosas del querer... de querer a un pueblo. SALUDOS.
Más que el despertador era el reloj de la Torre que te decía: “las cinco dan enseguida…”. “Dam, dam, dam, dam… A ver cuántas campanadas han dado… sólo han sido cuatro; aún tenemos una hora más para dormir. Quizás queden por ahí algunas -pocas- generaciones con reminiscencias del pasado y levantarse a las cinco es una de ellas.
Poco después de las cinco, empezaban las calles a tomar vida. A ir a la cuadra encontrabas resoplando al burro pidiendo un poco de pienso por no decir paja a seca; pero ello era suficiente hasta que llegara al tajo y lo soltaran, manearan o le clavaran la estaca con soga en el verde prado, Era el burro uno o dos fundamental para las labores del campo: el tener sólo era más propio del jornalero y dos del labrador, que hacía posible de tirar del arado romano entre malezas y canchos… cuando había necesidad de tierra; ahora toda sobra. Hay gente que las daría gratis con tal que las mantuvieran: levantado portillos… descuajando malezas. Pero hemos llegado a tal estado de bienestar, que las ganas de trabajar pueden aguantar.
Ya va a ser las cinco y media y el burro está aparejado. Se oye los primeros “galipos”, “dejarros” o “escupitajos”, salidos de las gargantas espetados como bala de fusil, había algunos que había que repetir; ya que otro de menos calibre se había quedado en la recámara sino que me lo digan a mí que ya a esas horas, estábamos detrás de aquella ventana con brasero encendido. Los ruidos iban aumentando según iba transcurriendo la mañana. El traquear de ruedas de carros y carretas por aquellas calles de piedras, llena de charcos y regatos: se oían las primeras bicas que desde las ventanas se arrojaban sin decir: ¡”meaos” va…! “Agua va…” se decía en la zarzuela “La Verbena de la Paloma” la sirvienta de doña Francisquita; mientras los cochinos conducidos por sus dueños, caminaban al corral del porquero municipal, que tan solo conocimos a dos, pero eso ¡que más dá…!Si lo que pretendemos reflejar cómo eran esas” cinco de la mañana” en mi pueblo.
Después de que a esa hora y en verano, hubiesen descargados los dos carros o carretas de paja a la puerta de la cuadra y los vecinos ayudaran como ayuda de solidaridad social tradicional. Y es que antes todo el mundo se ayudaba porque se necesitaban unos a otros como el pan necesita al agua. Ahora tenemos pan y agua… pues ¿qué necesitamos de los demás?
Pero hay unas “cinco de la mañana” que jamás se nos podrá olvidar: el canto de “Las Belloteras” a mediado de los noviembres, recorriendo las calles para buscarse unas y a otras, con cantos que nunca molestaban porque había una costumbre ascentral que decía: ¡a las cinco arriba! Pero no con pena sino con alegría al salir del pueblo andando, cogidas del brazo cantaban:
“Adiós pueblo de Membrío
La espalda te voy dando,
Yo no sé lo que tengo dentro
Que mis ojos van llorando-“. Cosas del querer... de querer a un pueblo. SALUDOS.