TIRANDO LA CASA POR LA VENTANA.
Esta expresión es divertida y muy curiosa, pues es literalmente lo que se hacía. En la actualidad la utilizamos cuando una persona hace un gasto de tal magnitud que resulta excesivo y exagerado. Comprarse una gran casa, un buen coche o incluso dar una gran fiesta pueden ser buenos ejemplos. Pero para encontrar la raíz de ella hemos de viajar a la España de los siglos XVIII-XIX.
En 1763, como una manera de obtener ingresos para el estado, el monarca Carlos III implantó el juego de la lotería nacional. Para que funcionase y se hiciese popular este juego debía contar con dos condiciones: Que los premios fuesen muy suculentos y que el estado garantizase la viabilidad del juego.
Y así ocurrió. Poco a poco fue extendiéndose por España y como ocurre en la actualidad, las celebraciones de los ganadores del premio solían ser muy efusivas. Y tan efusivas fueron, que empezó a popularizarse la acción de que los amigos del agraciado con el premio iban a la casa de éste y empezaban a arrojar sus enseres más viejos por las ventanas y las puertas en señal de “abandono” de su vieja vida y mensaje a sus vecinos de su dicha. Y claro, como viene a ser lógico, lo siguiente que hacía el agraciado era hacer grandes gastos y caprichos, siendo esta última puntualización la que ha llegado a nuestros días.
Aunque es muy divertida la anécdota, si eres agraciado con el gordo de la lotería, te pido encarecidamente que no uses este tipo de celebración en estos tiempos, pues corres el riesgo de que te consideren un majareta.
Esta expresión es divertida y muy curiosa, pues es literalmente lo que se hacía. En la actualidad la utilizamos cuando una persona hace un gasto de tal magnitud que resulta excesivo y exagerado. Comprarse una gran casa, un buen coche o incluso dar una gran fiesta pueden ser buenos ejemplos. Pero para encontrar la raíz de ella hemos de viajar a la España de los siglos XVIII-XIX.
En 1763, como una manera de obtener ingresos para el estado, el monarca Carlos III implantó el juego de la lotería nacional. Para que funcionase y se hiciese popular este juego debía contar con dos condiciones: Que los premios fuesen muy suculentos y que el estado garantizase la viabilidad del juego.
Y así ocurrió. Poco a poco fue extendiéndose por España y como ocurre en la actualidad, las celebraciones de los ganadores del premio solían ser muy efusivas. Y tan efusivas fueron, que empezó a popularizarse la acción de que los amigos del agraciado con el premio iban a la casa de éste y empezaban a arrojar sus enseres más viejos por las ventanas y las puertas en señal de “abandono” de su vieja vida y mensaje a sus vecinos de su dicha. Y claro, como viene a ser lógico, lo siguiente que hacía el agraciado era hacer grandes gastos y caprichos, siendo esta última puntualización la que ha llegado a nuestros días.
Aunque es muy divertida la anécdota, si eres agraciado con el gordo de la lotería, te pido encarecidamente que no uses este tipo de celebración en estos tiempos, pues corres el riesgo de que te consideren un majareta.