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MEMBRIO: RELATOS AL ATARDECER-XCIV....

RELATOS AL ATARDECER-XCIV.
LEY DE TALIÓN. Cuando se quiere insistir en la severidad de un castigo se exclama «ojo por ojo y diente por diente». Estamos habituados a pensar en esta fórmula hebraica del Levítico, inspirada en la legislación babilónica, como expresión máxima de dureza y ausencia de piedad. Y, sin embargo, la ley del Talión fue una de las primeras limitaciones al sistema de la venganza y a la intensidad del castigo aplicado al autor del delito. El propio término «Talión» no alude a un sitio, dios o personaje: Deriva del adjetivo latino talis-tale, que significa «igual» o «semejante», y hace referencia a la proporción que deben guardar el delito y la pena.
Las primeras formulaciones de la ley del Talión están registradas en el código de Hammurabi, rey de Babilonia (c. 1790-1750 a. C.). En una estela de basalto que se conserva en el Museo del Louvre se hallan grabadas las 282 leyes del monarca babilonio quien, de pie, las recibe de manos del dios Shamash, según las interpretaciones más autorizadas.
En dicho código de leyes se establece una proporción entre daño sufrido y pena a aplicar; de este equilibrio surge la conocida fórmula. Si alguien cortaba una mano a otra persona, la pena consistía en que se le cortara una mano al autor del daño; si una casa se derrumbaba por estar mal construida y morían, por ejemplo, el propietario y su hijo, el constructor era declarado culpable y la pena consistía en la muerte del constructor y su hijo. Ahora bien, ¿cómo medir la proporción cuando los delitos no producían daño físico? Era necesario adoptar otros tipos de castigo. Así, por ejemplo, si alguien robaba a otro, la pena no podía consistir, lógicamente, en que se le robara a él. Se tomaba entonces un atajo, se incidía sobre el vehículo de la falta y se le cortaban las manos al ladrón; del mismo modo, al que incurría en injurias o falso testimonio, se le cortaba la lengua. Por eso los historiadores insisten en que lo más importante de la ley del Talión es que constituyó una limitación intensiva de la pena, que se debía restringir únicamente al daño sufrido por la víctima.
Esta limitación intensiva no sólo supuso que hubiese una medida común entre delito y compensación. Se iniciaron además algunas costumbres que todavía se conservan, como reemplazar la pena por el pago de una cantidad de dinero. Conforme al sistema, el autor del delito, en vez de sufrir la pena, pagaba una cantidad; y la víctima, en lugar de recurrir a la venganza, la recibía. Este método milenario es el antecedente de la actual indemnización civil por daños materiales o morales de muy diverso tipo, desde el maltrato físico o psíquico hasta la agresión al medio ambiente.
Quienes por primera vez aceptaron reparaciones indirectas al daño sufrido, fueron los pioneros en admitir la necesidad de superar el hábito ancestral de la venganza. Sustituir el primitivo impulso vindicatorio fue en principio algo voluntario, ya que la víctima podía optar entre recibir el pago o recurrir a la venganza. No obstante, hubo durante mucho tiempo ciertos delitos, como el de traición, que no preveían ninguna compensación indirecta. Posteriormente, el hecho de aceptar la compensación pasó a ser una imposición legal, de modo que en ningún caso la víctima era autorizada a complacerse directamente en el cobro de la afrenta.
Esas leyes eran sagradas y, por tanto, no se suponía provenientes de la voluntad humana: Shamash, dios del Sol, padre de la Justicia y el Derecho, se las entrega al poderoso Hammurabi. De hecho, antes de la llegada del gran rey al trono, los sacerdotes de ese mismo dios ejercían como jueces. Deseoso de concentrar privilegios, Hammurabi no dudó en mermar la influencia de los sacerdotes. Su código unificó las diferentes normas de las ciudades del Imperio babilónico y estableció leyes aplicables en todos los casos, para impedir que cada uno se «tomara la justicia por su mano».
Nada se parece más a la eternidad que una inscripción en piedra. Sólo con la escritura se garantizaba la aplicación de las normas: «Marduk (principal divinidad de Babilonia) se encargó de llevar el orden justo a las gente y mostrar al país el buen camino, la ley y la justicia y así fomentó el bienestar de las gente».
De que fuese Babilonia una cultura compleja da la pauta el hecho de que la mayoría de las penas sean multas, aunque también haya previstos castigos de mutilación e incluso de muerte. Y, por fin, inscritas en la piedra están las ocasiones en que se opta por aplicar el Talión, es decir, hacer al agresor lo mismo que él hizo a su víctima, siempre que ambos sean de idéntico rango social. Tan sofisticada era Babilonia que durante mucho tiempo, hasta el Imperio romano, se conservaron, con matices, estas normas.
Y es que uno de los rasgos más característicos de las civilizaciones mesopotámicas fue la gran importancia que sus sociedades otorgaron al derecho. Reyes sumerios, babilonios, asirios y casitas legaron a la posteridad diversos códigos legales que suponían un reflejo fiel de la época en la que vivieron. El gran mérito del rey Hammurabi de Babilonia fue la magistral recopilación de toda la jurisprudencia anterior en el más famoso código de la Antigüedad, cuya influencia fue manifiesta en las legislaciones posteriores de hebreos, griegos y romanos.
"Ojo por ojo y diente por diente". Situada en su contexto, la terrible fórmula resulta ser tan sólo el testimonio conservado de uno de los primeros frenos aplicados al impulso humano de la venganza.