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MEMBRIO: ¡Jesús, Jesús....................... las apariencias...

RELATOS AL ATARDECER-CXVI.
LA EDAD Y LA APARIENCIA FÍSICA. Se diría que el ser humano no extrae mucha satisfacción personal del transcurrir del tiempo, y la edad se convierte, con el paso de los años, en un tema cada vez más doloroso y tabú.
Vivimos en un mundo de apariencias, donde resulta conveniente ofrecer una buena fachada que oculte lo esencial, cubriéndolo de pintura y de ropas a la moda, según la necesidad recurriendo a alguna intervención quirúrgica para parecer lo que no somos. Por lo general, esta búsqueda no está sembrada más que de insatisfacciones puesto que todos los esfuerzos se invierten en contra de nuestra naturaleza humana, que según las últimas novedades, está concebida para envejecer.
Las apariencias han ganado un lugar preponderante en nuestra sociedad, hasta el punto de que numerosas personas se identifican totalmente con su envoltorio físico, su vehículo, olvidando que algo más elevado las anima, ese algo que, por su parte, es intemporal.
Pero, hay que aparentar. Nos lo enseñan desde la infancia y a lo largo de toda la vida. La publicidad y los medios de comunicación añaden su granito, induciendo al ser humano a identificarse con modelos esqueléticos. La mirada de los otros adquiere pues un lugar predominante, desproporcionado.
Si pudiéramos aceptar en el fondo de nosotros mismos que la vida no es sino movimiento perpetuo, y que nuestra dimensión humana actual no es más que la forma pasajera con la que hemos elegido vestirnos, sea cual sea su duración. Valoremos la esencia que nos habita y hacerla brillar a nuestro alrededor, en lugar de disfrazar nuestro cuerpo, condenado a muerte desde el nacimiento.
La auténtica juventud es la emanación de aquello que brilla en lo más profundo de nosotros. Hay gente de veinte años extremamente viejos y agriados, y otros de ochenta años “en plena adolescencia”. Una persona que rechaza su edad desprende algo como falso, emanando de ella esa lucha feroz de cada instante por rechazar su aspecto natural. La edad no tiene importancia, es justo una medida terrestre, un punto de referencia que puede sernos útil si es bien utilizado. No hemos nacido necesariamente para morir viejos. Hacer durar la vida el mayor tiempo posible no es una meta absoluta. Una vez más, ¿por qué no privilegiar la calidad en lugar de la cantidad?.
Por supuesto, nuestra sociedad, que se basa en la competición, es un mundo de valores falseados que excluye a las personas conforme avanzan en edad, en lugar de integrarlas en complementación con las más jóvenes. En nuestra juventud, es fácil valorarnos a través de nuestra profesión, pero con el paso de los años se hace vital existir para uno mismo, dado que la sociedad nos gratifica cada vez menos. Entonces, no esperemos ese rechazo programado, para saber lo que valemos y para descubrir todas las riquezas ignoradas que habitan en nosotros, con independencia de nuestra edad.
La hoja nace en primavera y muere en otoño, pero el árbol persiste e irradia su belleza con independencia de las estaciones. Y cuando el árbol muere, el bosque se renueva… Del mismo modo, nosotros existimos, simplemente, con independencia del tiempo, sin principio ni fin. La vida se transforma, pero nunca muere. Y nosotros somos la vida.

¡Jesús, Jesús....................... las apariencias engañan!.