El EXILIO.
Muchos días han pasado desde el día
en que de mi Extremadura saliera,
era yo muy joven, casi un niño yo era;
lleno de ilusiones, entusiasmo y fuerza.
Apenas sabía leer y mucho menos de cuentas,
sin dinero en el bolsillo,
con un mendrugo de pan
y tocino en la tartera.
Me montaron en un tren viejo
con vagones de tercera,
ventanas desajustadas
y asientos de madera.
Era yo casi un niño
mi rostro quemado por el sol
y mi corazón y mi alma
por el hambre y la miseria.
Mi Extremadura olvidada,
donde hombres y mujeres
trabajaban noche y día
sin pronunciar una queja.
Contemplaba aquellos rostros
que hablaban de el dolor,
de las penas y tristezas
de dejar a su familia,
a sus pueblos y tierras.
Mi corazón en un puño
y mi alma muriéndose por la pena,
sentado en el vagón de un tren
que me alejaba de los míos
de mi casa y de mi tierra.
Rodriguezrodri.
Muchos días han pasado desde el día
en que de mi Extremadura saliera,
era yo muy joven, casi un niño yo era;
lleno de ilusiones, entusiasmo y fuerza.
Apenas sabía leer y mucho menos de cuentas,
sin dinero en el bolsillo,
con un mendrugo de pan
y tocino en la tartera.
Me montaron en un tren viejo
con vagones de tercera,
ventanas desajustadas
y asientos de madera.
Era yo casi un niño
mi rostro quemado por el sol
y mi corazón y mi alma
por el hambre y la miseria.
Mi Extremadura olvidada,
donde hombres y mujeres
trabajaban noche y día
sin pronunciar una queja.
Contemplaba aquellos rostros
que hablaban de el dolor,
de las penas y tristezas
de dejar a su familia,
a sus pueblos y tierras.
Mi corazón en un puño
y mi alma muriéndose por la pena,
sentado en el vagón de un tren
que me alejaba de los míos
de mi casa y de mi tierra.
Rodriguezrodri.