Ahora que nos hablan los medios de comunicación sobre el Valle de los Caídos, nos hace florecer en el recuerdo aquella primera excursión que hicimos desde el pueblo en 1966, que apunto estuvimos de perderla porque parece ser, que lo primero que teníamos que hacer era estudiar… como si no se pudiese hacer las dos cosas… como si el viajar no fuese estudiar. Y lo primero que nos encontramos en el desván o “doblao” de la memoria es: la pérdida de un paquete de tabaco rubio ”Kent” comprado en Salamanca, con el consiguiente disgusto porque …porque no se tenía tanto dinero como se tiene ahora, en aquellas escalera intentando enseñarlas grandes uñas tenía el águila de San Juan; aparte de la inmensidad de aquella iglesia- confesamos que por aquellos entonces no sabíamos en qué se diferenciaba una catedral, de una iglesia primada, basílica, colegiata, arciprestal, parroquial sí… porque era la de mi pueblo- razón tenía aquél que nos mandaba a estudiar. Pero, lo que nunca olvidaremos, son aquellos extensos rosarios que nos hacia rezar en el autobús, la que a posteriori fuera nuestra suegra después y nuestra maestra de párvulos doña Quintina (no olvidarse que estuvo dos veces en el pueblo diferenciado en el tiempo)... CONTINUARÁ.
