RELATOS AL ATARDECER-CXCV.
PONTE EN SU LUGAR. Hace muchos años había un honrado ciudadano romano que tomó la determinación de separarse de su mujer abandonándola. Sus amigos, que no entendieron esta decisión, le recriminaron por ello, pues no veían claros los motivos de aquel repentino abandono: ¿No es muy hermosa tu mujer?, le preguntaron desconcertados. Sí que lo es, ¡Y mucho!, respondió. ¿No es, acaso, casta y honrada?, prosiguieron. Por supuesto, también lo es, dijo el ciudadano.
Extrañados por las respuestas de su leal amigo, insistieron en conocer el motivo que le había llevado a tomar una decisión tan extrema. El hombre, entonces, hizo una pausa, se quitó un zapato y mostrándolo a sus amigos, preguntó: ¿Verdad que es bonito este zapato? Sí que lo es, contestaron al unísono. ¿Diríais que por su aspecto que está bien construido?, quiso saber. Sí, está bien construido, afirmaron. Y entonces él, volviéndose a calzar, les aseguró: Pero ninguno de vosotros sabéis dónde me aprieta. Todos se quedaron sin saber que decir.
Esta historia nos demuestra que antes de juzgar a alguien por una decisión que toma y que no es de nuestro agrado o que no podemos llegar a entender, primero habría que saber ponerse en su lugar.
PONTE EN SU LUGAR. Hace muchos años había un honrado ciudadano romano que tomó la determinación de separarse de su mujer abandonándola. Sus amigos, que no entendieron esta decisión, le recriminaron por ello, pues no veían claros los motivos de aquel repentino abandono: ¿No es muy hermosa tu mujer?, le preguntaron desconcertados. Sí que lo es, ¡Y mucho!, respondió. ¿No es, acaso, casta y honrada?, prosiguieron. Por supuesto, también lo es, dijo el ciudadano.
Extrañados por las respuestas de su leal amigo, insistieron en conocer el motivo que le había llevado a tomar una decisión tan extrema. El hombre, entonces, hizo una pausa, se quitó un zapato y mostrándolo a sus amigos, preguntó: ¿Verdad que es bonito este zapato? Sí que lo es, contestaron al unísono. ¿Diríais que por su aspecto que está bien construido?, quiso saber. Sí, está bien construido, afirmaron. Y entonces él, volviéndose a calzar, les aseguró: Pero ninguno de vosotros sabéis dónde me aprieta. Todos se quedaron sin saber que decir.
Esta historia nos demuestra que antes de juzgar a alguien por una decisión que toma y que no es de nuestro agrado o que no podemos llegar a entender, primero habría que saber ponerse en su lugar.