MEMBRIO: RELATOS AL ATARDECER-CCVII....

RELATOS AL ATARDECER-CCVII.
LA HISTORIA DE JUAN PIMIENTO. Juan Pimiento nació en Calahorra (La Rioja) a finales del XIX. Si bien nadie duda sobre la certeza del hecho acaecido, la misteriosa desaparición del personaje no es achacable exclusivamente al acto corporal en sí. Está demostrado que Juan salió de casa con paso zambo, una mano en el vientre y otra clavada de canto entre las cachas balbuceando, ¡Que no llego! ¡Que me lo hago! A partir de ese momento, los cronistas de la villa solo disponen del testimonio de un herrero que creyó oír ruidos entre los resoplidos del fuelle que interpretó como de alguien que hubiera quedado conforme con algo, de satisfacción inmediata o de alivio de algún mal.
Esa misma tarde, un viento huracanado azotó el pueblo tronchando árboles, derribando cabañas, esparciendo el ganado y las gallinas del tío Jacinto que tuvieron su primera lección de vuelo acrobático.
Pero no se supo más del desdichado Juan. El pueblo pensó que el tornado se habría llevándolo su cuerpo al averno. En el pueblo empezaron a decir: Juan Pimiento, que se fue a cagar y se lo llevó el viento.
Juan Pimiento no sólo no falleció en el desdichado episodio sino que vivió una larga vida. Se fue al encuentro de un remedio para su mal que no era otro que ese violento estertor intestinal, el retortijón traicionero ante el que no podía permitirse el lujo de esperar un mejor momento. Solo era capaz de aguantarlo unos segundos o varios metros de atropellada carrera, por lo que era habitual que descargara antes de encontrar un lugar adecuado y mancillado su honor y sus pantalones, iba a casa maldiciendo su suerte mientras sufría el escarnio de sus vecinos que con malicia cantaban: Juan Pimiento se ha cagado, huele mal el malandrín, sucio, pobre y malhablado.
Aprovechando la confusión que reinaba en el pueblo, cogió un borriquillo y anduvo muchas leguas, parando solo a comer y dormir con la esperanza de hallar un lugar donde sanar de su mal y conseguir un empleo con el que procurarse sustento. Tenía previsto llegar a Barcelona, pero las fuerzas le fallaban. Faltaban algunos kilómetros para llegar al destino, cuando su salud se quebró y tuvo que ser atendido en el hospital de misericordia de un pueblo llamado Rubí. Juan Pimiento decidió establecerse allí y aunque nunca se curó de su mal, fue un hombre querido en aquella localidad.