RELATOS AL ATARDECER-CCIII.
EL DESENCANTO. Había una vez un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar. Vivía en un pueblo de interior, a muchos kilómetros de la costa, y se lamentaba de no poder ver esa enorme masa de agua que le llamaba tanto la atención.
Un día se hizo una promesa: No voy a morir sin ver el mar. Decidido a cumplir su deseo, buscó otro trabajo, además del suyo habitual, con el fin de ahorrar el dinero necesario para pagarse el viaje hasta llegar a una ciudad con mar.
Fueron meses difíciles hasta que, por fin, consiguió reunir lo suficiente para hacer su ansiado viaje. Entusiasmado y lleno de ilusión, cogió un tren que le llevó hasta la costa. Una vez allí, se fue directo hacia la playa y observó enmudecido el maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan bellas! ¡Qué espuma tan hermosa! ¡Qué agua tan azul!. Se acercó hasta la orilla, cogió un poco de agua con la mano y la llevó a los labios para saborearla. Entonces, desencantado pensó: ¡Qué pena que sepa tan mal con lo hermosa que es!.
A veces, ponemos tanto empeño y entusiasmo en conseguir algo que luego fácilmente nos decepcionamos si nuestras expectativas no son satisfechas. Disfrutemos de lo positivo de cada momento y de cada pequeño logro. Sólo así conseguiremos ser felices.
EL DESENCANTO. Había una vez un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar. Vivía en un pueblo de interior, a muchos kilómetros de la costa, y se lamentaba de no poder ver esa enorme masa de agua que le llamaba tanto la atención.
Un día se hizo una promesa: No voy a morir sin ver el mar. Decidido a cumplir su deseo, buscó otro trabajo, además del suyo habitual, con el fin de ahorrar el dinero necesario para pagarse el viaje hasta llegar a una ciudad con mar.
Fueron meses difíciles hasta que, por fin, consiguió reunir lo suficiente para hacer su ansiado viaje. Entusiasmado y lleno de ilusión, cogió un tren que le llevó hasta la costa. Una vez allí, se fue directo hacia la playa y observó enmudecido el maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan bellas! ¡Qué espuma tan hermosa! ¡Qué agua tan azul!. Se acercó hasta la orilla, cogió un poco de agua con la mano y la llevó a los labios para saborearla. Entonces, desencantado pensó: ¡Qué pena que sepa tan mal con lo hermosa que es!.
A veces, ponemos tanto empeño y entusiasmo en conseguir algo que luego fácilmente nos decepcionamos si nuestras expectativas no son satisfechas. Disfrutemos de lo positivo de cada momento y de cada pequeño logro. Sólo así conseguiremos ser felices.