RELATOS AL ATARDECER-CCIV.
EL PODER DE LA PALABRA. El poder de la palabra es tremendo. Aunque muchas personas digan que una imagen puede valer más, y en ciertos casos es verdad, no hay que olvidar que cuanto sale de nuestra boca tiene un valor. Así, lo más pequeño e insignificante puede hacer un gran daño, dependiendo cuáles sean las circunstancias de la comunicación.
En numerosas ocasiones se oye el célebre dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”. Sin embargo, una palabra puede contener en sí misma un poder enorme y, acompañada de más palabras, puede llegar a ser incluso demoledora. La fuerza de las palabras es tal, que no son necesarias demasiadas para causar una profunda alegría o una honda tristeza. Muchas veces basta una frase que valide una emoción que sentimos o un párrafo corto que ataque nuestro punto más débil.
Nos guste o no, la palabra es la forma más usada por los humanos para el acto de la comunicación. Además, es un intercambio que deja huella. ¿Quién de nosotros no recuerda alguna de esas frases que le ha causado un gran dolor o le ha alegrado el día?
No obstante, no solo el poder de la palabra es grande cuando pretende herir. También sirve para describir sentimientos como el placer, la bondad, el amor o el agradecimiento. De hecho, hemos sido capaces de crear algunas de las palabras más bonitas del mundo para hablar de aquello que nos agrada: belleza, amistad, solidaridad o los encantos que nos rodean.
¿Qué sería del amor sin la palabra? ¿Hay algo más bello que decirle a la persona a la que quieres todo cuanto sientes por ella, y que sepa lo mucho que significa en tu vida?
Es evidente que el poder de la palabra es enorme para hablar con otras personas de todo cuanto es bueno y bello en nuestra vida, este es probablemente uno de los mejores usos que tiene.
Hay personas capaces de hablar sin decir nada. Por ejemplo, a los jóvenes que apuntan maneras en este tipo de discursos, se les suele hacer un comentario muy revelador, "tú vas para político". Así se les reconoce la capacidad de estar hablando durante un periodo considerable de tiempo sin que se pueda extraer de sus palabras una conclusión clara.
Las palabras son como las monedas, una puede valer por muchas como muchas no valen por una. Es una pena que la riqueza lingüística con la que contamos se utilice en ocasiones para insultar, mentir, discriminar o falsear la realidad, pues ninguna palabra de este planeta merece una utilización tal.
La palabra puede ser fuente de belleza, de poesía, de creación, de amor, de vida, de positivismo… Pero, como todo en este mundo, hay un lado oscuro que la retuerce y la oprime, la grita y la estrangula.
La responsabilidad con la que ejerzamos y disfrutemos del poder de la palabra es nuestra. Utilizarla para crear, construir, compartir, acariciar o abrazar en vez de para agredir, atacar o destruir, en el fondo, es nuestra decisión. Tanto practicarlo como censurarlo.
EL PODER DE LA PALABRA. El poder de la palabra es tremendo. Aunque muchas personas digan que una imagen puede valer más, y en ciertos casos es verdad, no hay que olvidar que cuanto sale de nuestra boca tiene un valor. Así, lo más pequeño e insignificante puede hacer un gran daño, dependiendo cuáles sean las circunstancias de la comunicación.
En numerosas ocasiones se oye el célebre dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”. Sin embargo, una palabra puede contener en sí misma un poder enorme y, acompañada de más palabras, puede llegar a ser incluso demoledora. La fuerza de las palabras es tal, que no son necesarias demasiadas para causar una profunda alegría o una honda tristeza. Muchas veces basta una frase que valide una emoción que sentimos o un párrafo corto que ataque nuestro punto más débil.
Nos guste o no, la palabra es la forma más usada por los humanos para el acto de la comunicación. Además, es un intercambio que deja huella. ¿Quién de nosotros no recuerda alguna de esas frases que le ha causado un gran dolor o le ha alegrado el día?
No obstante, no solo el poder de la palabra es grande cuando pretende herir. También sirve para describir sentimientos como el placer, la bondad, el amor o el agradecimiento. De hecho, hemos sido capaces de crear algunas de las palabras más bonitas del mundo para hablar de aquello que nos agrada: belleza, amistad, solidaridad o los encantos que nos rodean.
¿Qué sería del amor sin la palabra? ¿Hay algo más bello que decirle a la persona a la que quieres todo cuanto sientes por ella, y que sepa lo mucho que significa en tu vida?
Es evidente que el poder de la palabra es enorme para hablar con otras personas de todo cuanto es bueno y bello en nuestra vida, este es probablemente uno de los mejores usos que tiene.
Hay personas capaces de hablar sin decir nada. Por ejemplo, a los jóvenes que apuntan maneras en este tipo de discursos, se les suele hacer un comentario muy revelador, "tú vas para político". Así se les reconoce la capacidad de estar hablando durante un periodo considerable de tiempo sin que se pueda extraer de sus palabras una conclusión clara.
Las palabras son como las monedas, una puede valer por muchas como muchas no valen por una. Es una pena que la riqueza lingüística con la que contamos se utilice en ocasiones para insultar, mentir, discriminar o falsear la realidad, pues ninguna palabra de este planeta merece una utilización tal.
La palabra puede ser fuente de belleza, de poesía, de creación, de amor, de vida, de positivismo… Pero, como todo en este mundo, hay un lado oscuro que la retuerce y la oprime, la grita y la estrangula.
La responsabilidad con la que ejerzamos y disfrutemos del poder de la palabra es nuestra. Utilizarla para crear, construir, compartir, acariciar o abrazar en vez de para agredir, atacar o destruir, en el fondo, es nuestra decisión. Tanto practicarlo como censurarlo.