RELATOS AL ATARDECER-CCXVI.
LA HERIDA DEL REY. Erase una vez un rey que tenía a su servicio a un sabio consejero quien, siempre que se enfrentaba a situaciones adversas, le decía: Qué bueno, qué bueno, qué bueno. Un día de cacería, el monarca tuvo tan mala suerte que se seccionó un dedo del pie y, cuando se reencontró con su consejero, éste exclamó: Qué bueno, qué bueno, qué bueno. Dolido con esa reacción, el rey mandó despedir al consejero quien repitió su enigmática sentencia antes de salir: Que bueno, qué bueno, qué bueno.
Transcurrido un tiempo, el monarca fue capturado por una tribu para sacrificarlo ante su dios, pero cuando vieron que le faltaba el dedo gordo del pie decidieron que no era digno de su divinidad y lo dejaron en libertad. En ese momento, fue cuando el rey comprendió las palabras de su consejero. Qué bueno fue perder el dedo, por ello aún sigo vivo, pensó.
Mandó que fueran a buscarlo para agradecerle lo que antes no había entendido y le preguntó por qué dijo: Que bueno, qué bueno, qué bueno, al ser despedido. Y el sabio hombre le respondió: Porque de no haber sucedido eso yo habría ido con vos a la cacería y a mí sí me habrían sacrificado.
Esto nos hace pensar que para cualquier dificultad existe una razón que suele escapar a nuestra perspectiva y no entendemos en el momento. La vida es un aprendizaje permanente, todo estudiante recibe primero la lección y luego los problemas por resolver. En la vida real es al revés, primero nos dejan problemas para resolver y luego debemos deducir la lección.
LA HERIDA DEL REY. Erase una vez un rey que tenía a su servicio a un sabio consejero quien, siempre que se enfrentaba a situaciones adversas, le decía: Qué bueno, qué bueno, qué bueno. Un día de cacería, el monarca tuvo tan mala suerte que se seccionó un dedo del pie y, cuando se reencontró con su consejero, éste exclamó: Qué bueno, qué bueno, qué bueno. Dolido con esa reacción, el rey mandó despedir al consejero quien repitió su enigmática sentencia antes de salir: Que bueno, qué bueno, qué bueno.
Transcurrido un tiempo, el monarca fue capturado por una tribu para sacrificarlo ante su dios, pero cuando vieron que le faltaba el dedo gordo del pie decidieron que no era digno de su divinidad y lo dejaron en libertad. En ese momento, fue cuando el rey comprendió las palabras de su consejero. Qué bueno fue perder el dedo, por ello aún sigo vivo, pensó.
Mandó que fueran a buscarlo para agradecerle lo que antes no había entendido y le preguntó por qué dijo: Que bueno, qué bueno, qué bueno, al ser despedido. Y el sabio hombre le respondió: Porque de no haber sucedido eso yo habría ido con vos a la cacería y a mí sí me habrían sacrificado.
Esto nos hace pensar que para cualquier dificultad existe una razón que suele escapar a nuestra perspectiva y no entendemos en el momento. La vida es un aprendizaje permanente, todo estudiante recibe primero la lección y luego los problemas por resolver. En la vida real es al revés, primero nos dejan problemas para resolver y luego debemos deducir la lección.
Los tiempos están cambiando mucho y no debe sorprendernos si algo lo vemos al revés porque cuando ocurre algo malo después vendrá mucho bueno, " Qué bueno, qué bueno, qué bueno.... decía el sabio"