RELATOS AL ATARDECER-CCXX.
INTRODUCCIÓN AL DERECHO. Era el primer día de clase y el profesor de Introducción al Derecho entró en el aula y, sin más preámbulos, le preguntó el nombre a un alumno de la primera fila. Mi nombre es Nelson, señor, le respondió éste. Fuera de mi clase y no se le ocurra regresar, le soltó al pobre estudiante mientras el resto de alumnos se quedaban asustados y callados.
Muy bien, vamos a empezar la clase. ¿Para qué sirven las leyes?, continuó interrogándoles el profesor. Para lograr un orden en nuestra sociedad, respondió uno de los alumnos. Para cumplirlas, consideró otro. Y a cada respuesta, el profesor soltaba un tajante ¡No!. Hasta que al fin una muchacha dijo con timidez: Para que se haga justicia.
Esa respuesta se acerca, ¿pero qué más?, prosiguió en tono airado. Creen ustedes que actué con justicia al expulsar al alumno de la clase, les increpó. Y en el aula se oyó un multitudinario ¡Nooo!. Entonces, ¿por qué nadie protestó? Para qué queremos las leyes si no tenemos voluntad de que se cumplan, argumentó el profesor.
Vayan a buscar a Nelson. Esta historia nos recuerda la importancia de defender nuestros derechos ante las injusticias.
INTRODUCCIÓN AL DERECHO. Era el primer día de clase y el profesor de Introducción al Derecho entró en el aula y, sin más preámbulos, le preguntó el nombre a un alumno de la primera fila. Mi nombre es Nelson, señor, le respondió éste. Fuera de mi clase y no se le ocurra regresar, le soltó al pobre estudiante mientras el resto de alumnos se quedaban asustados y callados.
Muy bien, vamos a empezar la clase. ¿Para qué sirven las leyes?, continuó interrogándoles el profesor. Para lograr un orden en nuestra sociedad, respondió uno de los alumnos. Para cumplirlas, consideró otro. Y a cada respuesta, el profesor soltaba un tajante ¡No!. Hasta que al fin una muchacha dijo con timidez: Para que se haga justicia.
Esa respuesta se acerca, ¿pero qué más?, prosiguió en tono airado. Creen ustedes que actué con justicia al expulsar al alumno de la clase, les increpó. Y en el aula se oyó un multitudinario ¡Nooo!. Entonces, ¿por qué nadie protestó? Para qué queremos las leyes si no tenemos voluntad de que se cumplan, argumentó el profesor.
Vayan a buscar a Nelson. Esta historia nos recuerda la importancia de defender nuestros derechos ante las injusticias.
