RELATOS AL ATARDECER-CCXXIV.
PERROS BLANCOS. Dos viejos amigos que hacía muchísimo tiempo que no se veían se reencontraron mientras daban un paseo por el bosque. Empezaron a hablar de sus experiencias compartidas, de los amigos comunes, de las historias del pasado que les habían dejado una huella imborrable y, ya al final, llegaron al presente. ¿Y cuál es tu actual ocupación?, preguntó uno de ellos. Y el otro le respondió lleno de orgullo: No te lo vas a creer, pero colecciono perros blancos.
¿Qué quieres decir con eso de perros blancos?, prosiguió sin entender nada el primero. Pues que ya tengo más de 20 de distintas razas, contestó pareciéndole lo más normal del mundo. Debes de ganarte muy bien la vida para haber comprado tantos animales, volvió a insistir el buen hombre sin salir de su asombro. Y el propietario de semejante colección le confesó: No he tenido que invertir ni un euro, son animales que me encontré abandonados por la calle. Eso que me cuentas es imposible, yo voy cada día por la calle y no encuentro ninguno y menos de color blanco, argumentó el amigo. La diferencia es que yo los busco y tú no, sentenció finalmente el coleccionista.
En la vida hay que estar siempre atento a las oportunidades. La suerte no llega sola, hay que ir a buscarla.
PERROS BLANCOS. Dos viejos amigos que hacía muchísimo tiempo que no se veían se reencontraron mientras daban un paseo por el bosque. Empezaron a hablar de sus experiencias compartidas, de los amigos comunes, de las historias del pasado que les habían dejado una huella imborrable y, ya al final, llegaron al presente. ¿Y cuál es tu actual ocupación?, preguntó uno de ellos. Y el otro le respondió lleno de orgullo: No te lo vas a creer, pero colecciono perros blancos.
¿Qué quieres decir con eso de perros blancos?, prosiguió sin entender nada el primero. Pues que ya tengo más de 20 de distintas razas, contestó pareciéndole lo más normal del mundo. Debes de ganarte muy bien la vida para haber comprado tantos animales, volvió a insistir el buen hombre sin salir de su asombro. Y el propietario de semejante colección le confesó: No he tenido que invertir ni un euro, son animales que me encontré abandonados por la calle. Eso que me cuentas es imposible, yo voy cada día por la calle y no encuentro ninguno y menos de color blanco, argumentó el amigo. La diferencia es que yo los busco y tú no, sentenció finalmente el coleccionista.
En la vida hay que estar siempre atento a las oportunidades. La suerte no llega sola, hay que ir a buscarla.