RELATOS AL ATARDECER-CCXXXI
EL LEÑADOR HONRADO. Erase una vez un viejo leñador que, pese a su avanzada edad, salía cada día al bosque a trabajar de sol a sol. Una tarde, mientras atravesaba un puente de piedra, tropezó y el hacha que llevaba atada al cinturón cayó en el fondo del agua helada del río. El anciano se llevó las manos a la cabeza y lamentándose exclamó: ¡Vaya contratiempo! ¿Cómo voy ahora a poder hacer mi trabajo sin ella?
Antes de que le diera tiempo a reaccionar, emergió de entre las aguas una joven ninfa y le dijo: No te preocupes, buen hombre, yo buscaré tu hacha y te la devolveré. A los pocos segundos, volvió a salir a flote con un hacha de oro entre las manos. Sin pensárselo ni un segundo, el humilde leñador la rechazó diciéndole que ésa no era su hacha. Nuevamente, se hundió la ninfa en el río y rescató de entre las turbias aguas otra hacha, esta vez de plata. Te agradezco inmensamente tu ofrecimiento, pero tampoco ésta es la mía, le respondió el hombre.
A la tercera fue la vencida. La ninfa rescató su hacha y le dijo: Ya que eres un leñador honrado, quédate con tu hacha y con las otras dos como premio.
De esta historia debemos aprender que quien actúa honradamente tarde o temprano encontrará su recompensa.
EL LEÑADOR HONRADO. Erase una vez un viejo leñador que, pese a su avanzada edad, salía cada día al bosque a trabajar de sol a sol. Una tarde, mientras atravesaba un puente de piedra, tropezó y el hacha que llevaba atada al cinturón cayó en el fondo del agua helada del río. El anciano se llevó las manos a la cabeza y lamentándose exclamó: ¡Vaya contratiempo! ¿Cómo voy ahora a poder hacer mi trabajo sin ella?
Antes de que le diera tiempo a reaccionar, emergió de entre las aguas una joven ninfa y le dijo: No te preocupes, buen hombre, yo buscaré tu hacha y te la devolveré. A los pocos segundos, volvió a salir a flote con un hacha de oro entre las manos. Sin pensárselo ni un segundo, el humilde leñador la rechazó diciéndole que ésa no era su hacha. Nuevamente, se hundió la ninfa en el río y rescató de entre las turbias aguas otra hacha, esta vez de plata. Te agradezco inmensamente tu ofrecimiento, pero tampoco ésta es la mía, le respondió el hombre.
A la tercera fue la vencida. La ninfa rescató su hacha y le dijo: Ya que eres un leñador honrado, quédate con tu hacha y con las otras dos como premio.
De esta historia debemos aprender que quien actúa honradamente tarde o temprano encontrará su recompensa.