RELATOS AL ATARDECER-CCXXXIII
QUINIENTOS MIL DINARES. Había un hombre avaro que había logrado acumular quinientos mil dinares y sólo pensaba en qué se los iba a gastar y en lo bien que se lo iba a pasar. Pero en la vida no se pueden hacer demasiados planes. Sin sospecharlo se le apareció el Ángel de la Muerte para llevárselo de este mundo.
Llegó sigilosamente, lo cogió de la mano y empezó a desplegar sus grandes alas para alzar el vuelo. El hombre rico, casi sin poder reaccionar, vio que el final de sus días había llegado y le suplicó, de una y mil maneras, que le permitiese poder disfrutar algo más de esta vida. Pero el Ángel de la Muerte no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
¡Por favor, concédeme tan sólo tres días más de vida y, a cambio, te daré la mitad de mi fortuna!, le pidió arrodillado. El Ángel ni lo escuchó y comenzó a tirar de él. ¡Te lo suplico, por lo que más quieras, concédeme tan sólo un día más en este mundo y te daré todo el dinero que he ahorrado en mi vida!, continuó sin ningún resultado. Al final, sólo obtuvo unos instantes para poder escribir apresuradamente esta nota: No malgastes tu vida acumulando dinero. ¡Vive! Mis quinientos mil dinares no me sirvieron ni para comprar una hora de vida.
Cuando muere un millonario la gente suele preguntar: ¿Cuanto habrá dejado?, la repuesta es: TODO.
QUINIENTOS MIL DINARES. Había un hombre avaro que había logrado acumular quinientos mil dinares y sólo pensaba en qué se los iba a gastar y en lo bien que se lo iba a pasar. Pero en la vida no se pueden hacer demasiados planes. Sin sospecharlo se le apareció el Ángel de la Muerte para llevárselo de este mundo.
Llegó sigilosamente, lo cogió de la mano y empezó a desplegar sus grandes alas para alzar el vuelo. El hombre rico, casi sin poder reaccionar, vio que el final de sus días había llegado y le suplicó, de una y mil maneras, que le permitiese poder disfrutar algo más de esta vida. Pero el Ángel de la Muerte no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
¡Por favor, concédeme tan sólo tres días más de vida y, a cambio, te daré la mitad de mi fortuna!, le pidió arrodillado. El Ángel ni lo escuchó y comenzó a tirar de él. ¡Te lo suplico, por lo que más quieras, concédeme tan sólo un día más en este mundo y te daré todo el dinero que he ahorrado en mi vida!, continuó sin ningún resultado. Al final, sólo obtuvo unos instantes para poder escribir apresuradamente esta nota: No malgastes tu vida acumulando dinero. ¡Vive! Mis quinientos mil dinares no me sirvieron ni para comprar una hora de vida.
Cuando muere un millonario la gente suele preguntar: ¿Cuanto habrá dejado?, la repuesta es: TODO.