Margaritas blancas: ¿me quiere o no me quiere?
Seguramente de niños o, incluso, durante tu adolescencia, has deshojado margaritas blancas haciendo la famosa pregunta: ¿Me quiere o no me quiere?. Se trata de una tradición muy extendida entre todos aquellos que están enamorados y cuando hemos terminado de arrancar todos los pétalos de la flor, el último nos dará la respuesta. Así pues, todos hemos apostado alguna vez al azar para que sus pétalos nos marquen nuestro destino amoroso y salir de dudas sobre si la persona nos corresponde o no. Pero seguramente si la respuesta no era afirmativa, has tomado otra margarita hasta que salía que la persona sí te quería. Se trata de una costumbre que hemos heredado de generación en generación a lo largo de los siglos y que ha llegado hasta nuestros días.
Las margaritas blancas siempre se han asociado con la belleza y con las cosas bonitas, con la pureza y la inocencia de la juventud, precisamente la época en la que más margaritas deshojamos. Pero lo más probable es que no supieras que esta costumbre está relacionada con las matemáticas. En primer lugar, porque la margarita no es una única flor, sino muchas. Por eso, cuando arrancamos un pétalo estamos arrancando varias. De manera que en este juego la naturaleza y la ciencia se combinan para marcar nuestro destino hacia la persona amada. Según los expertos, cada pétalo cuenta con 5 flores diferentes. Las distintas flores que se encuentran rodeando la corona siguen el patrón de Fibonacci, donde algunas margaritas terminarán con un número impar de pétalos y otras con un número par. Si la flor tiene un número par de pétalos, la respuesta será sí y si es impar, la respuesta será que no.
En cualquier caso, creamos o no estas teorías e hipótesis, lo cierto es que no existe ninguna otra flor en el mundo que haya sido más deshojada por los enamorados a lo largo de toda la historia de la humanidad en todo el planeta con fines amorosos. Una flor que siempre que nos la encontramos nos invita a poner en marcha la ruleta del azar y que, cuando la respuesta es negativa, no existe ningún impedimento para volver a empezar de nuevo y encontrar la respuesta que nos satisfaga.
Seguramente de niños o, incluso, durante tu adolescencia, has deshojado margaritas blancas haciendo la famosa pregunta: ¿Me quiere o no me quiere?. Se trata de una tradición muy extendida entre todos aquellos que están enamorados y cuando hemos terminado de arrancar todos los pétalos de la flor, el último nos dará la respuesta. Así pues, todos hemos apostado alguna vez al azar para que sus pétalos nos marquen nuestro destino amoroso y salir de dudas sobre si la persona nos corresponde o no. Pero seguramente si la respuesta no era afirmativa, has tomado otra margarita hasta que salía que la persona sí te quería. Se trata de una costumbre que hemos heredado de generación en generación a lo largo de los siglos y que ha llegado hasta nuestros días.
Las margaritas blancas siempre se han asociado con la belleza y con las cosas bonitas, con la pureza y la inocencia de la juventud, precisamente la época en la que más margaritas deshojamos. Pero lo más probable es que no supieras que esta costumbre está relacionada con las matemáticas. En primer lugar, porque la margarita no es una única flor, sino muchas. Por eso, cuando arrancamos un pétalo estamos arrancando varias. De manera que en este juego la naturaleza y la ciencia se combinan para marcar nuestro destino hacia la persona amada. Según los expertos, cada pétalo cuenta con 5 flores diferentes. Las distintas flores que se encuentran rodeando la corona siguen el patrón de Fibonacci, donde algunas margaritas terminarán con un número impar de pétalos y otras con un número par. Si la flor tiene un número par de pétalos, la respuesta será sí y si es impar, la respuesta será que no.
En cualquier caso, creamos o no estas teorías e hipótesis, lo cierto es que no existe ninguna otra flor en el mundo que haya sido más deshojada por los enamorados a lo largo de toda la historia de la humanidad en todo el planeta con fines amorosos. Una flor que siempre que nos la encontramos nos invita a poner en marcha la ruleta del azar y que, cuando la respuesta es negativa, no existe ningún impedimento para volver a empezar de nuevo y encontrar la respuesta que nos satisfaga.