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RELATOS AL ATARDECER-CCLXII
LAS DOS SORTIJAS. Un acaudalado hombre de negocios murió dejando una considerable fortuna. Sus dos hijos se la repartieron por igual. Pero después de un tiempo se halló un paquetito que había sido celosamente guardado por el difunto. Cuando abrieron el paquete, encontraron dos sortijas. Una de ellas lucía un valioso diamante, en tanto que la otra era simplemente de plata. El hermano mayor, nada más ver las dos sortijas, comenzó a argumentar que probablemente pertenecían a los antepasados y por eso el padre las guardaba celosamente, no formando parte de la herencia paterna. Como soy el primogénito, declaró lleno de avaricia, me corresponde en justicia la sortija del diamante. De acuerdo, repuso satisfecho el hermano menor. Sé tú muy feliz con la sortija del diamante, que yo lo seré con la de plata.
Cada hermano se colocó en el dedo la sortija correspondiente y cada uno de ellos emprendió su vida por separado. Unos días después, el hermano menor, preguntándose por qué su padre guardaría tan celosamente una sortija sin valor, comenzó a examinarla con detenimiento y, al hacerlo, en su interior, pudo leer:"ESTO TAMBIÉN CAMBIARÁ"
Bueno, se dijo, éste debía ser el mantra de mi padre. Transcurrió el tiempo. La vida siguió su curso para ambos hermanos con los buenos y los malos momentos; las favorables y desfavorables situaciones; el placer y el dolor.
El hermano mayor vendió el fabuloso diamante de la sortija y con ese dinero amasó una fortuna.
Los cambios de la vida comenzaron a desnivelarle, se exaltaba fácilmente cuando las circunstancias eran favorables y se deprimía cuando eran adversas. Todo le causaba desequilibrio, de tal modo que tuvo que comenzar a someterse a las más variadas terapias y a soportar la insania de la mente
La vida del hermano pequeño discurría como un río serpenteante. También había momentos buenos y malos; alegrías y sufrimiento; situaciones plácidas y dolorosas. Pero siempre tenía presente la inscripción de la sortija de plata: "ESTO TAMBIÉN CAMBIARÁ".
De ese modo, mantenía una actitud de firmeza y no se dejaba arrastrar a estados de exaltación ni de depresión.
Estaba siempre en paz consigo mismo, pacífico y contento, fluyendo en armonía.
Gracias a aquel mensaje secreto de la sortija de plata, su padre le había hecho el mejor regalo, estar en paz consigo mismo y fluir armónicamente con los acontecimientos.