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RELATOS AL ATARDECER-CCLXIII
LA ANCIANA MENDIGA. Durante la época de Buda, muchas personas iban a su templo para dejarle ofrendas. Vivía una anciana mendiga que no tenía nada para llevar. Deseaba hacer una ofrenda y decidió pedir limosna y conseguir unas monedas. Con ellas compró una pequeña lámpara de aceite. El dinero no le daba para más.
Ilusionada, llegó al templo y encendió su lamparita. La colocó junto al resto, todas más grandes, y dijo en voz alta: Perdona, Buda, por no poder traerte nada más. Es todo lo que tengo, pero deseo que esta pequeña luz pueda ser bendecida con el don de la sabiduría para poder hacer felices a otros e iluminar su camino.
Durante esa noche, todas las lámparas se fueron apagando. Todas, menos una, la de la anciana. Uno de los discípulos de Buda, al ver a la mañana siguiente que estaba encendida, quiso apagarla. Pensó que no había razón para que estuviera encendida durante el día. Pero por más que intentó a pagarla, no lo consiguió. Ni soplando, ni apretando la mecha. La llama volvía a surgir de nuevo. Entonces se acercó Buda y le dijo: ¿Qué haces? Intento apagar esta lámpara, pero no lo consigo.
No lo lograrás nunca. Ni aunque derrames sobre ella todo el agua del océano. No podrás apagarla jamás.
Pero… ¿por qué? preguntó extrañado el discípulo. Porque esta lámpara fue encendida con el poder del amor, con la devoción y la ilusión, con la intención de hacer felices a otros.