RELATOS AL ATARDECER-CCLXVII
EL PESCADOR Y EL EMPRESARIO. Un rico y talentoso empresario, muy trabajador y ambicioso, paseaba un día por el puerto cuando se encontró con un humilde pescador. El hombre, ya mayor, pescaba en una pequeña barca ya descolorida con una caña de pescar. Pero tenía la barca llena de peces.
El empresario, asombrado por esa montaña de pescado, se acercó a él para preguntarle: Perdone que le pregunte, buen hombre. Veo que se le da muy bien la pesca. Llevará muchas horas pescando, supongo. Pues mire usted, respondió con tranquilidad el pescador. La verdad es que nunca me levanto antes de las 8:30 de la mañana. Desayuno tranquilamente con mi mujer y mis hijos, me voy a por el periódico, lo leo tranquilamente y después vengo a pescar. Cuando veo que ya tengo suficiente, me vuelvo a casa a comer. Después paso la tarde con los nietos. A veces con mis amigos, tocando la guitarra.
¿Me está usted diciendo que en apenas un par de horas pesca todo esto? ¿Y por qué no le dedica más horas?
¿Y para qué?
Porque si le dedicara usted por lo menos ocho horas, pescaría ocho veces más.
¿Y para qué?
Porque así podría invertir en mejoras. Comprar un barco nuevo y más grande, por ejemplo.
¿Y para qué?
Para ampliar el negocio. Al aumentar el producto, podría comprar una flota entera de barcos y pagar a pescadores a su servicio.
¿Y para qué?
¿No lo entiende? Si llega a ese punto del negocio, podrá desentenderse del trabajo y simplemente supervisar la gestión. Tendrá más tiempo libre. Ya no tendrá que madrugar y podrá tener tiempo libre para pasar con la familia y los amigos.
El pescador le miró y contesto: Eso es lo que ya tengo.
Y comenzó a recoger la caña de pescar ante la atónita mirada del empresario.
Esta historia se centra en aquellos casos en los que caemos en un bucle de querer más y más sin saber frenar, y aún teniendo lo necesario, buscamos necesidades superfluas, que al final nos arranca lo que de verdad importa: "el tiempo para disfrutar de la vida".
EL PESCADOR Y EL EMPRESARIO. Un rico y talentoso empresario, muy trabajador y ambicioso, paseaba un día por el puerto cuando se encontró con un humilde pescador. El hombre, ya mayor, pescaba en una pequeña barca ya descolorida con una caña de pescar. Pero tenía la barca llena de peces.
El empresario, asombrado por esa montaña de pescado, se acercó a él para preguntarle: Perdone que le pregunte, buen hombre. Veo que se le da muy bien la pesca. Llevará muchas horas pescando, supongo. Pues mire usted, respondió con tranquilidad el pescador. La verdad es que nunca me levanto antes de las 8:30 de la mañana. Desayuno tranquilamente con mi mujer y mis hijos, me voy a por el periódico, lo leo tranquilamente y después vengo a pescar. Cuando veo que ya tengo suficiente, me vuelvo a casa a comer. Después paso la tarde con los nietos. A veces con mis amigos, tocando la guitarra.
¿Me está usted diciendo que en apenas un par de horas pesca todo esto? ¿Y por qué no le dedica más horas?
¿Y para qué?
Porque si le dedicara usted por lo menos ocho horas, pescaría ocho veces más.
¿Y para qué?
Porque así podría invertir en mejoras. Comprar un barco nuevo y más grande, por ejemplo.
¿Y para qué?
Para ampliar el negocio. Al aumentar el producto, podría comprar una flota entera de barcos y pagar a pescadores a su servicio.
¿Y para qué?
¿No lo entiende? Si llega a ese punto del negocio, podrá desentenderse del trabajo y simplemente supervisar la gestión. Tendrá más tiempo libre. Ya no tendrá que madrugar y podrá tener tiempo libre para pasar con la familia y los amigos.
El pescador le miró y contesto: Eso es lo que ya tengo.
Y comenzó a recoger la caña de pescar ante la atónita mirada del empresario.
Esta historia se centra en aquellos casos en los que caemos en un bucle de querer más y más sin saber frenar, y aún teniendo lo necesario, buscamos necesidades superfluas, que al final nos arranca lo que de verdad importa: "el tiempo para disfrutar de la vida".