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RELATOS AL ATARDECER-CCLXXVIII
CUÁNTO Y CÓMO AMAMOS. Lo importante no es cuánto amamos sino cómo amamos. El amor nunca debe ser una excusa. No debe ser una excusa para controlar al otro. El amor es libre o no es. Por desgracia, la línea entre el amor y la posesión suele ser tan sutil que no es difícil cruzarla.
Por eso, cuando alguien justifica sus comportamientos posesivos diciendo que nos ama mucho e incluso asume la potestad de tomar decisiones en nuestro lugar afirmando que lo hace por “nuestro bien”, deben encenderse todas las alarmas. Cuando alguien nos dice que nos ama mucho, sus palabras generan una resonancia emocional. No nos damos cuenta de que el amor posesivo puede convertirse en una camisa de fuerza que, aunque puede llegar a ser dulce en algunos momentos, no deja de restringirnos y limitarnos.
El amor posesivo es la expresión de un ego que intenta satisfacerse a través del otro y la relación. El problema es que el ego suele tener una visión muy limitada de la realidad, solo acepta su punto de vista y su forma de amar. El ego quiere que las cosas salgan según sus planes, que el mundo se pliegue a sus deseos y, si algo no satisface sus expectativas, es probable que reaccione con una rabieta, como un niño pequeño. Esa es la razón por la cual el ego intentará controlar a la persona amada.
Ese amor posesivo puede presentarse con diferentes máscaras en una relación entre dos personas. Necesita que satisfagamos sus deseos mientras los nuestros son relegados continuamente a un segundo plano. Se hace pasar por víctima, haciéndonos sentir culpables porque no le amamos tanto como supuestamente nos ama a nosotros. Desarrolla conductas controladoras y vigilantes, hasta el punto de querer tomar decisiones en nuestro lugar aduciendo que se trata por nuestro bien y el de la relación. El amor posesivo no respeta a la otra parte ni busca su plenitud, sino que desea tenerlo como un rehén para satisfacer las demandas del ego. En la vida, lo cuantitativo suele llevarle ventaja a lo cualitativo. Por eso muchas veces terminamos priorizando la cantidad sobre la calidad. Sin embargo, el amor no se mide, se siente.
Amar mejor significa abrirse a ese mar de pequeños detalles cualitativos que enriquecen una relación más allá de los restringidos términos de “mucho” o “poco”.