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RELATOS AL ATARDECER-CCLXXXIII
OPINIONES DIFERENTES. En un mundo tan heterogéneo, es normal tener opiniones diferentes. Lo extraño y preocupante sería que todos pensásemos igual. Las diferencias suelen ser el motor impulsor del cambio. Nos ayudan a comprender perspectivas y formas de afrontar la vida distintas a las nuestras, ya sea en los asuntos más banales o los más trascendentales. Sin embargo, discutir un tema con opiniones diferentes puede convertirse rápidamente en una guerra sin cuartel. Sin piedad. Sin lógica. Y es que la confrontación de opiniones diferentes sigue siendo una de nuestras asignaturas pendientes.
¿Cómo reacciona nuestro cerebro ante las opiniones diferentes? Cuando dos personas hablan sobre un tema controvertido pueden estar de acuerdo o adoptar opiniones diferentes. En ambos casos se activan zonas cerebrales distintas, tanto cuando escuchamos como cuando hablamos.
La gran cantidad de recursos cognitivos que debemos movilizar para discutir termina consumiendo una gran cantidad de energía y nos arrebata nuestro equilibrio mental. Eso supone qué a menudo nos sentimos frustrados y agotados después de una discusión.
Ello explica por qué es tan difícil llegar a un acuerdo cuando tenemos opiniones diferentes, nos cerramos a los argumentos del otro. Intentamos tener razón a toda costa y buscamos argumentos que respalden nuestro punto de vista haciendo caso omiso a la postura contraria. Yo tengo razón, tú estás equivocado. Así comenzamos a identificarnos con ellos.
Vale la pena tener presente que aceptar las opiniones diferentes no implica necesariamente asumirlas como propias o validarlas. Podemos aceptar que los demás piensen diferentes y respetarlos sin que por ello estemos de acuerdo con sus opiniones. No siempre es necesario convencer al otro de que tenemos razón o asumir que nuestro interlocutor está en posesión de la verdad. Reaccionar con una actitud defensiva o agresiva solo servirá para romper los puentes que conducen a un diálogo constructivo y desarrollador. En cambio, es importante escuchar y confrontar desde una postura asertiva. Escuchar con interés a las personas, aunque tengan una opinión diferente a la nuestra, es la prueba máxima de empatía, respeto y afectividad, las claves para evitar que se genere un antagonismo irreconciliable. A veces, todo lo que los demás necesitan es que les escuchen, valoren y entiendan.