RELATOS AL ATARDECER-CCXCVII
LA VERDADERA FELICIDAD. Un famoso sabio recibió la visita de un político, de un empresario y de un intelectual, pues los tres habían oído que era muy feliz. Al verlo sintieron que emanaba armonía, paz y serenidad.
El político fue el primero en acercarse a él y le preguntó: Maestro, ¿Usted tiene poderes sobre otros hombres? La respuesta fue inmediata: El único hombre del que soy dueño es de mi mismo.
Llegó el turno del empresario, quien inquirió curioso: ¿Dígame si acumula usted riquezas materiales? El sabio negó con la cabeza y expresó: Lo único que poseo son estas ropas que en estos momentos llevo puestas.
Por último, se acercó el intelectual quien quiso saber: ¿Ha alcanzado usted todo el conocimiento que los eruditos anhelan poseer? El sabio, con humildad, negó con la cabeza por tercera vez y dijo: El único conocimiento que atesoro es el que me brinda mi experiencia.
Desconcertados, los tres hombres preguntaron al unísono: Y entonces, ¿Por qué usted es tan feliz? El sabio sonrió y les respondió con unas palabras que los tres ya nunca jamás olvidarían: La verdadera felicidad no tiene ninguna causa. Estoy vivo y eso es lo único que preciso para ser feliz.
LA VERDADERA FELICIDAD. Un famoso sabio recibió la visita de un político, de un empresario y de un intelectual, pues los tres habían oído que era muy feliz. Al verlo sintieron que emanaba armonía, paz y serenidad.
El político fue el primero en acercarse a él y le preguntó: Maestro, ¿Usted tiene poderes sobre otros hombres? La respuesta fue inmediata: El único hombre del que soy dueño es de mi mismo.
Llegó el turno del empresario, quien inquirió curioso: ¿Dígame si acumula usted riquezas materiales? El sabio negó con la cabeza y expresó: Lo único que poseo son estas ropas que en estos momentos llevo puestas.
Por último, se acercó el intelectual quien quiso saber: ¿Ha alcanzado usted todo el conocimiento que los eruditos anhelan poseer? El sabio, con humildad, negó con la cabeza por tercera vez y dijo: El único conocimiento que atesoro es el que me brinda mi experiencia.
Desconcertados, los tres hombres preguntaron al unísono: Y entonces, ¿Por qué usted es tan feliz? El sabio sonrió y les respondió con unas palabras que los tres ya nunca jamás olvidarían: La verdadera felicidad no tiene ninguna causa. Estoy vivo y eso es lo único que preciso para ser feliz.