RELATOS AL ATARDECER-CCCII.
LA ANCIANA Y EL CURANDERO. Una anciana que estaba enferma de la vista llamó a un médico con la promesa de pagarle generosamente si conseguía curarla. Al día siguiente, éste se presentó en su casa, le preparó unas gotas y le dijo que iría cada semana a echárselas en los ojos.
Sucedió que, cada vez que le ponía las gotas, la mujer no podía abrir los ojos durante varias horas, y el avaricioso curandero aprovechaba para llevarse algún objeto de la casa. Cuando ya no quedó ningún mueble en el domicilio de la señora, terminó también la cura y el médico reclamó el salario convenido. La mujer, entonces, se negó a pagar y el doctor la llevó ante la justicia.
Ya en el estrado, la anciana declaró que, en efecto, le había prometido al médico pagarle por sus servicios al finalizar el tratamiento si le curaba la vista, pero la verdad era que su estado, después de la cura del doctor, había empeorado.
Pues porque antes veía todos los muebles que había en mi casa y podía palparlos, y ahora no veo ninguno.
Esta fábula nos recuerda que cuando actúas con daño, en tu contra vuelve daño.
LA ANCIANA Y EL CURANDERO. Una anciana que estaba enferma de la vista llamó a un médico con la promesa de pagarle generosamente si conseguía curarla. Al día siguiente, éste se presentó en su casa, le preparó unas gotas y le dijo que iría cada semana a echárselas en los ojos.
Sucedió que, cada vez que le ponía las gotas, la mujer no podía abrir los ojos durante varias horas, y el avaricioso curandero aprovechaba para llevarse algún objeto de la casa. Cuando ya no quedó ningún mueble en el domicilio de la señora, terminó también la cura y el médico reclamó el salario convenido. La mujer, entonces, se negó a pagar y el doctor la llevó ante la justicia.
Ya en el estrado, la anciana declaró que, en efecto, le había prometido al médico pagarle por sus servicios al finalizar el tratamiento si le curaba la vista, pero la verdad era que su estado, después de la cura del doctor, había empeorado.
Pues porque antes veía todos los muebles que había en mi casa y podía palparlos, y ahora no veo ninguno.
Esta fábula nos recuerda que cuando actúas con daño, en tu contra vuelve daño.