RELATOS AL ATARDECER-CCCIII
EL MÁS SABIO. Tres ilustres monjes viajaron a Turquía para conocer al hombre más sabio del país porque cada uno tenía una pregunta existencial y mística que hacerle. Resultó ser un maestro sufí, muy famoso en la zona y, el primer monje le preguntó.
¿Dónde está el centro de la tierra? Exactamente bajo la pata derecha de ni asno. Mida la tierra y lo comprobará, respondió.
¿Cuántas estrellas hay en el cielo? preguntó el segundo monje. Tantas como pelos tiene mi asno, contestó ¿Cómo puede probarlo? formuló, sorprendido. A lo que el sabio añadió: Si no me cree, cuéntelos con total libertad.
El moje se fue, abatido, y le toco el turo al tercero.
¿Cuántos cabellos cree que tengo en la barba?, le consultó. Tantos como tiene mi asno en la cola, afirmó con rotundidad. ¿Cómo puede probarlo?, inquirió el monje. Es fácil. Arranque los pelos de su barba y los de la cola de mi asno, uno por uno, y así sabremos el resultado, le propuso. El tercer monje se retiró, al igual que sus compañeros, derrotado.
Esta fabula nos enseña que para encontrar respuestas dignas hay que formular preguntas inteligentes. A palabras necias, oídos sordos.
EL MÁS SABIO. Tres ilustres monjes viajaron a Turquía para conocer al hombre más sabio del país porque cada uno tenía una pregunta existencial y mística que hacerle. Resultó ser un maestro sufí, muy famoso en la zona y, el primer monje le preguntó.
¿Dónde está el centro de la tierra? Exactamente bajo la pata derecha de ni asno. Mida la tierra y lo comprobará, respondió.
¿Cuántas estrellas hay en el cielo? preguntó el segundo monje. Tantas como pelos tiene mi asno, contestó ¿Cómo puede probarlo? formuló, sorprendido. A lo que el sabio añadió: Si no me cree, cuéntelos con total libertad.
El moje se fue, abatido, y le toco el turo al tercero.
¿Cuántos cabellos cree que tengo en la barba?, le consultó. Tantos como tiene mi asno en la cola, afirmó con rotundidad. ¿Cómo puede probarlo?, inquirió el monje. Es fácil. Arranque los pelos de su barba y los de la cola de mi asno, uno por uno, y así sabremos el resultado, le propuso. El tercer monje se retiró, al igual que sus compañeros, derrotado.
Esta fabula nos enseña que para encontrar respuestas dignas hay que formular preguntas inteligentes. A palabras necias, oídos sordos.