¡Madre mía...! Quién nos lo iba a decir, que nos volveríamos a encontrar con el párroco, que empezamos a ser monaguillo. Fuimos a despedirnos deel a San Vicente, aquel lejano 8 de Septiembre de 1958. Le abrumamos de preguntas, le renovamos la vida en su ocaso. Y el tan contento. SALUDOS.