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RELATOS AL ATARDECER-CCCXXXIII
LA LUZ TENTADORA. Un abejorro iba zumbando en la oscuridad cuando descubrió a lo lejos una pequeña luz, hacia la que se dirigió ensimismado. No contento con admirar esa hermosa llama, quiso acercarse a ella, como hacía con las flores olorosas, con tan mala suerte que, al hacerlo, perdió una pata y una de sus alas quedó chamuscada.
Aturdido, no pudo entender que de una cosa tan bonita como aquella llama le pudiese venir algún mal. Por lo tanto, después de haber recuperado las fuerzas, con un golpe de alas se puso a volar. Y de nuevo, se dirigió hacia la llama para posarse encima. Y enseguida cayó quemado, en el aceite que alimentaba la llamita. ¡Maldita luz!. Por dejarme encandilar por tu brillo y belleza he conocido tu naturaleza peligrosa y he encontrado la muerte, murmuró el abejorro.
Pobre abejorro. No soy otra cosa que una llama y, quien no sabe usarme con prudencia, se quema las alas, respondió la llama. Lo mismo ocurre en la vida. No hay que dejarse llevar por el brillo de las cosas, pues podemos salir escaldados.