RELATOS AL ATARDECER-CCCXXXIV
EL BARRENDERO FELIZ. Un campesino muy inculto y de edad avanzada llegó a las puertas de un monasterio y exclamó: Amigos monjes, soy un hombre con mucha fe y quiero instruirme en vuestro tipo de vida y en vuestras enseñanzas.
Los monjes pensaron que aquel hombre sin estudios no estaba capacitado para recibir enseñanzas, pero como parecía un hombre de fe, le dijeron: Mira, buen hombre, te vas a hacer cargo de barrer todos los días el monasterio. Puedes quedarte aquí y tendrás sustento y alojamiento. Meses después, los monjes observaron que el campesino se encontraba cada día más sereno y tranquilo, y que siempre iba con una sonrisa en los labios y un brillo especial en los ojos. Parece que has tenido una gran evolución espiritual. ¿Estás practicando algún método especial que desconozcamos?, le preguntaron. Lo único que hago, con mucha atención y amor, es barrer y pongo todo mi empeño en ello.
Al barrer pienso que estoy barriendo mis rencores, los engaños, la codicia y el odio. Y por eso cada día soy más feliz, contestó el hombre.
EL BARRENDERO FELIZ. Un campesino muy inculto y de edad avanzada llegó a las puertas de un monasterio y exclamó: Amigos monjes, soy un hombre con mucha fe y quiero instruirme en vuestro tipo de vida y en vuestras enseñanzas.
Los monjes pensaron que aquel hombre sin estudios no estaba capacitado para recibir enseñanzas, pero como parecía un hombre de fe, le dijeron: Mira, buen hombre, te vas a hacer cargo de barrer todos los días el monasterio. Puedes quedarte aquí y tendrás sustento y alojamiento. Meses después, los monjes observaron que el campesino se encontraba cada día más sereno y tranquilo, y que siempre iba con una sonrisa en los labios y un brillo especial en los ojos. Parece que has tenido una gran evolución espiritual. ¿Estás practicando algún método especial que desconozcamos?, le preguntaron. Lo único que hago, con mucha atención y amor, es barrer y pongo todo mi empeño en ello.
Al barrer pienso que estoy barriendo mis rencores, los engaños, la codicia y el odio. Y por eso cada día soy más feliz, contestó el hombre.