RELATOS AL ATARDECER - CCCXLII
LOS MONOS BAILARINES. Había una vez un príncipe cuyo padre se esforzaba por concederle todos sus caprichos. Un día, se le metió en la cabeza que quería tener monos que pudieran bailar y entretener cuando él lo ordenara y el rey, como de costumbre, no dudó en satisfacer sus deseos.
El príncipe decidió celebrar una fiesta para mostrar las habilidades de los animales, a los que enseñó a bailar para la ocasión y vistió con ropa ostentosa. Pero, cuando uno de los invitados les lanzó unas nueces, se abalanzaron sobre ellas, desprendiéndose de las ropas y volviendo a actuar como los primates que eran, avergonzando al príncipe. Era de esperar, dijeron los invitados con desdén, pues por más que les enseñe no pueden dejar atrás sus instintos.
Esta historia nos enseña que no puedes cambiar la naturaleza de otras personas, haciendo que vistan o se comporten diferentes porque, en el fondo, siempre serán las mismas.
LOS MONOS BAILARINES. Había una vez un príncipe cuyo padre se esforzaba por concederle todos sus caprichos. Un día, se le metió en la cabeza que quería tener monos que pudieran bailar y entretener cuando él lo ordenara y el rey, como de costumbre, no dudó en satisfacer sus deseos.
El príncipe decidió celebrar una fiesta para mostrar las habilidades de los animales, a los que enseñó a bailar para la ocasión y vistió con ropa ostentosa. Pero, cuando uno de los invitados les lanzó unas nueces, se abalanzaron sobre ellas, desprendiéndose de las ropas y volviendo a actuar como los primates que eran, avergonzando al príncipe. Era de esperar, dijeron los invitados con desdén, pues por más que les enseñe no pueden dejar atrás sus instintos.
Esta historia nos enseña que no puedes cambiar la naturaleza de otras personas, haciendo que vistan o se comporten diferentes porque, en el fondo, siempre serán las mismas.