RELATOS AL ATARDECER - CCCLIII
EL ERMITAÑO ARISCO. Un ermitaño conocido por su carácter hosco vivía solo en una ermita situada en la cordillera del Himalaya. Cierto día, un hombre que viajaba por la región se topo con él y, respetuosamente, le dijo: Buen hombre, se encuentra usted bien. Como voy a estar bien. Puede estar bien un hombre que es un prisionero, respondió. Cómo puede usted decir eso si puede moverse a su antojo por este sitio tan espectacular, le preguntó, perplejo, el visitante. Todo este universo se me antoja pequeño y me siento preso en él, contestó airado.
El viajero se quedó estupefacto con esta respuesta. No ponga esa cara de bobo. Qué pequeño debe ser el mundo para que nos hayamos encontrado y tenga que aguantar su presencia, le atacó el ermitaño. Y qué pequeño su corazón para que sea tan poco amable, replicó sin perder las formas el viajero.
Esta historia nos muestra que, cuando alguien tiene resentimiento, tiende a manifestarse con acritud. Cuando una persona está en paz, lo hace con afectividad.
EL ERMITAÑO ARISCO. Un ermitaño conocido por su carácter hosco vivía solo en una ermita situada en la cordillera del Himalaya. Cierto día, un hombre que viajaba por la región se topo con él y, respetuosamente, le dijo: Buen hombre, se encuentra usted bien. Como voy a estar bien. Puede estar bien un hombre que es un prisionero, respondió. Cómo puede usted decir eso si puede moverse a su antojo por este sitio tan espectacular, le preguntó, perplejo, el visitante. Todo este universo se me antoja pequeño y me siento preso en él, contestó airado.
El viajero se quedó estupefacto con esta respuesta. No ponga esa cara de bobo. Qué pequeño debe ser el mundo para que nos hayamos encontrado y tenga que aguantar su presencia, le atacó el ermitaño. Y qué pequeño su corazón para que sea tan poco amable, replicó sin perder las formas el viajero.
Esta historia nos muestra que, cuando alguien tiene resentimiento, tiende a manifestarse con acritud. Cuando una persona está en paz, lo hace con afectividad.