Orzowei: no has debido aullar. Entre tú y la luna habéis despertado mi instinto.
Hablando en serio, tengo dudas de enviar esta poesía... espero que os guste...
A vosotros os pongo por testigos,
mis buenos amigos, los foreros:
El día en que yo me muera
que me entierren en el pueblo,
y que al lado de mi tumba
un membrillo alto y esbelto
siembren:
para sombra en verano;
para calor en invierno;
para flores en primavera;
y en otoño, para alimento;
y para que no se me olvide
mi origen, en todo momento.
Que la vida me obligó
a estar de los míos lejos,
pero nunca se fue de mi lado
el orgullo de ser membrillero.
Que quiero estar entre la gente
que ya pasó por el mismo sendero
y departir eternamente risas,
abrazos, charlas, perpetuos juegos.
Que añoro estar entre la gente
que me trae tantos recuerdos...
Alfonsos, Pardos, Espárragos,
Salgados, Guerras y Canteros;
Corchados, Ricos, Mogedanos,
Vadillos, Bodes y Tejeros.
Infantes, Grados, Magariños,
Marroyos, Giles y Pedreros.
Y tantos otros, mis paisanos,
que nombrar en esta no puedo.
Y en las noches calurosas
del tórrido agosto encenderemos,
todos en derredor apostados,
un fuego grande, fatuo y fresco,
para recordar viejas historias
para contar cuentos eternos,
para no olvidar a los vivos,
para despertar a los muertos.
Y en el resto del año infinito,
convertidos en seres etéreos,
volaremos por el vasto mundo,
bien por agua, tierra o cielo.
Sabréis de nosotros, viajamos
con rayos, centellas y truenos.
A veces con leves susurros,
los ojos cerrando un momento,
se intuye un beso lejano,
se oye un viejo “te quiero”:
son sueños de seres queridos
que añoran el feliz reencuentro.
Por testigos os pongo a vosotros,
mis buenos amigos, los foreros:
que mi cuerpo habite eternamente,
cuando ya no exista el tiempo,
en el lugar exacto que quiero:
¡la noble tierra de mis abuelos!
Presento mi voluntad postrera,
y entrego como firme testamento.
En Membrío, de septiembre el ocho,
donde firmo, fecho y sello.
Hablando en serio, tengo dudas de enviar esta poesía... espero que os guste...
A vosotros os pongo por testigos,
mis buenos amigos, los foreros:
El día en que yo me muera
que me entierren en el pueblo,
y que al lado de mi tumba
un membrillo alto y esbelto
siembren:
para sombra en verano;
para calor en invierno;
para flores en primavera;
y en otoño, para alimento;
y para que no se me olvide
mi origen, en todo momento.
Que la vida me obligó
a estar de los míos lejos,
pero nunca se fue de mi lado
el orgullo de ser membrillero.
Que quiero estar entre la gente
que ya pasó por el mismo sendero
y departir eternamente risas,
abrazos, charlas, perpetuos juegos.
Que añoro estar entre la gente
que me trae tantos recuerdos...
Alfonsos, Pardos, Espárragos,
Salgados, Guerras y Canteros;
Corchados, Ricos, Mogedanos,
Vadillos, Bodes y Tejeros.
Infantes, Grados, Magariños,
Marroyos, Giles y Pedreros.
Y tantos otros, mis paisanos,
que nombrar en esta no puedo.
Y en las noches calurosas
del tórrido agosto encenderemos,
todos en derredor apostados,
un fuego grande, fatuo y fresco,
para recordar viejas historias
para contar cuentos eternos,
para no olvidar a los vivos,
para despertar a los muertos.
Y en el resto del año infinito,
convertidos en seres etéreos,
volaremos por el vasto mundo,
bien por agua, tierra o cielo.
Sabréis de nosotros, viajamos
con rayos, centellas y truenos.
A veces con leves susurros,
los ojos cerrando un momento,
se intuye un beso lejano,
se oye un viejo “te quiero”:
son sueños de seres queridos
que añoran el feliz reencuentro.
Por testigos os pongo a vosotros,
mis buenos amigos, los foreros:
que mi cuerpo habite eternamente,
cuando ya no exista el tiempo,
en el lugar exacto que quiero:
¡la noble tierra de mis abuelos!
Presento mi voluntad postrera,
y entrego como firme testamento.
En Membrío, de septiembre el ocho,
donde firmo, fecho y sello.
¡Pero... bueeeno! ¿Qué -es- es-to? ¿A qué colegio fuiste?