MILLANES: La fiesta de San Francisco de Asís ya estaba próxima,...

La fiesta de San Francisco de Asís ya estaba próxima, y los primeros síntomas de ello era el toque a zafarrancho de limpieza en todas las casas del pueblo. El olor a cal flotaba en el ambiente, y se podía escuchar el ruido de los cepillos de raíces y de las raídas escobas de cabezuela cuando quitaban los chispos de cal que habían caído al suelo mientras "faldegaban". En las puertas de las casas se podían ver las camas, sofás, sillas, algún dstartalado baúl (en el que a los niños nos encantaba registrar buscando algún viejo tesoro), y todos aquellos enseres que pudieran estorbar a la "faldegaora". Ésta en el interior blanqueaba las irtregulares paredes de la casa con un escobillo a base de pequeños golpes. Este oficio era sencillo, pero algunas mujeres como la tía Fermina, la tía Verónica o tía Paula hacían de él un arte. Las demás mujeres barnizaban o pintaban los muebles de madera y bruñían los dorados. La limpieza terminaba con el blanqueo de la fachada, que era como una seña de identidad. Mi madre decia: viendo el chozo, se ve el guarda.

Al olor de la cal le seguía el de los dulces. De la tahona, mezclado con el olor de pan caliente, salía el de las perrunillas, mantecados, cortadillos y magdalenas. Las chimeneas eran botafumeiros que perfumaban la atmósfera con el aroma del aguardiente, los anises, limón o naranja que desprendían los huesillos, rosquillas y floretas cuando éstas se freían en grandes sartenes en la lumbre de las casas.

Terminadas las fenas de la limpieza y los dulces reposando en la oscuridad de la despensa, llegaba la hora de hacer los honores al Santo. Al atardecer, las campanas que todas las tardes llamaban al rosario, esos días lo hacían anunciando el comienzo de la novena que se hacía a San Francisco. En ella se rezaba el rosario y se leían pasajes de la vida y milagros del Santo.

Puesta a punto la ropa para la fiesta y las ganas de diversión, el día tres por la noche empezaba el baile. Pero la jornada verdaderamente grande era el día cuatro, y es del que más recuerdos tengo.

Aquel día amaneció lumiunoso y las campanas sonaban de una forma más festiva; aún me parece escuchar su alegre repique junto al sonido del rechinar de mis zapatos nuevos al pisar las piedaras de la calle, que desde mi casa me llevaba hasta la iglesia. Como era costumbre, en la fiesta de San francisco se estrenaba vestido y zapatos.

Yo iba contenta y comprobaba cómo se movía el vuelo del vaporso vestido al compás de la música que hacían mis zapatos charol. Iba deprisa para coger sitio junto a los demás niños en los primeros bancos de la iglesia. Ésta era pequeña y, aunque nunca se llenaba, ese día excepcionalmente sobrepasabas el aforo. Nadie del pueblo se perdía ma misa en honor a nuestro patrón, porque todos se sentían orgullosos de las virtudes que se le atribuyen a este santo.......

LAS HUELLAS DEL CAUDILLO ENAMORADOS
SIGAMOS CON FERVOR.
VAMOS TRAS ÉL; SU VOZ HA RESONADO;
TREMOLEMOS LA INSIGNIA DEL AMOR.
SU SENDERO ES DE LUZ, HIJOS DE MILLANES,
A FRANCISCO SEGUID.....

Este pasaje pertenece al relato ZAPATOS NUEVOS que incluye el libro TRULLIQUE