Que suerte que los amigos de destruir lo antiguo para sustituirlo por otro más moderno no acabaran con la antigua catedral románica de Plasencia; gracias a ello han llegado hasta nosotros el patio con sus arcos y bóvedas, así como el cimborrio tan característico y escaso en determinadas zonas del oeste de España. Ahora esta ciudad tiene la suerte de disponer de dos catedrales -aunque a las dos les falta algo, una por derribo y la otra por inconclusa- de lo cual no todas las sedes episcopales pueden presumir. Ambas son preciosas y merece la pena desplazarse hasta las orillas del Jerte para contemplarlas y admirar su arquitectura y tesoros.