Luz ahora: 0,00332 €/kWh

RIOLOBOS: He estado una semana fuera de casa y me alegro mucho...

Hola Pedro:
Recordando viejos tiempos, creo que no puse el nombre de tu padre correctamente. El Alzeimer nos ataca a todos un poco, creo que su nombre era Miguel y no Emilio. Perdona el lapsus.
Le recuerdo en la huerta que teniais detrás de la casa, sacando agua de la noria con una "grulla (creo que se llamaba así el artilugio). Eran dos palos clavados en el suelo, donde se montaba otro largo que giraba sobre los primeros en el centro. En el lado, de arriba se ataba un varal y en el otro extremo tenia unas piedras de contrapeso. En el extremo del varal se ataba el cubo y se bajaba hasta el agua. Con un golpe de "maestro", nunca mejor dicho, se llenaba y aprovechando el contrapeso se alzaba hasta vaciar el cubo en la regadera o al pilón.
Recuerdo esto, porque para mi era muy raro ver al Sr. maestro sacar agua como cualquier vecino.
Seguir contando anecdotas del pueblo, pues es una gozada recordar aquellos tiempos.
Un saludo para todos. Máximo.

Bueno Paisanos:
Esto está muy parado. Hay que moverlo. Supongo que hay mucha gente que entra en la pagina, pero poco se mueve.
Pedro nos envió un mensaje que, poco faltó para convertirme en aquel muchacho de 10 años que, con la merienda en una mano y la cona en la otra, salia de casa para jugar en la plaza de la Iglesia.! Bonitos recuerdos me trajo aquel mensaje ¡. Pero quiero más y supongo que vosotros tambien.
Supongo que en el pueblo habrá más de tres personas que leen estos mensajes, decidiros a intervenir y seremos más.
Ahí desde el pueblo, nos podeis contar a los que estamos fuera, las novedades que han sucedido y así estaremos más informados.
Venga, animaros y que sea la pagina donde más colaboradores haya en la provincia de Cáceres.
Un saludo a todos. Máximo.

He estado una semana fuera de casa y me alegro mucho que vayan saliendo recuerdos de nuestra infancia. Causa admiración el hecho de que nos divirtiésemos con tan poca cosa ya que los medios de que disponía cada familia con muchas dificultades permitían llegar a finales de mes. La agricultura, en muchos casos, era de subsistencia y las huertas eran las que solucionaban muchos problemas alimenticios, especialmente en verano en que las cosechas eran generosas y la gente te ofrecía lo que tenía. Alguna vez escuché a alguna señora generosa decir con toda ingenuidad: “Come, come melones, Pedrito, que son para los cochinos”, con lo que me quería decir que sabía que en mi casa no teníamos y que ella nadaba en la abundancia y que ya tenía todos los techos de la casa llenos de melones para el invierno. Y, claro, tú nunca decías que no y te sabían a gloria. ¿Y no os recordáis de las “brevas cuarteroneras”? Eran unas brevas negras, grandísimas, las de la primera hornada que con una te quedabas como un señor: yo las solía comer de las de la higuera que el Sr. Tomás el Herrador tenía en su huerta que lindaba con la nuestras. ¿Y de las uvas de “cojón de gato”? Aquellas sí que eran extraordinariamente hermosas. ¡Cuántas horas pasábamos por el campo! Recuerdo que una vez, en la calleja de la huerta, justo en frente de nuestra puerta, había una gran higuera chumba –del Tío Castellanos- que permitía crecer la hierba bajo ella de manera que estando subidos a mi bura no la pude parar y a mi hermano y a mí, que íbamos montados, nos dejó una espalda llena de pinchos que ni con el aceite mojado en algodón se nos arrancaban. ¡Qué moches tan estrelladas en verano que nos permitían ver sin dificultad el Camino de Santiago! ¿Y las charlas vecinales que se hacían después de la cena, en verano, en plena calle, para “tomar el fresco”? El calor estival era tan grande que como no disponíamos de ventiladores o de aire acondicionado nos buscábamos alternativas, y una de ellas era ésta. ¿Os recordáis de las carreras de caballos que se hacían por la Virgen de la Argamasa o en Santa Catalina o San Blas? Salían del Faro o de la Pista y daban la vuelta en alguna de las alcantarillas. Todos admirábamos a los jinetes, pero un año murió el nieto del guarda de Las Romanas, Adolfo, que estaba aprendiendo a ser oficinista guiado por mi padre y que vivía con nosotros. Fue un acontecimiento y yo no tendría más de seis o siete años. ¿A que no os acordáis del tamboril y la flauta del Tío Santos –yo creo que ese era su nombre- que alegraba las procesiones del Corpus y las colectas de trigo que el cura hacía por las tardes acompañados por los mozos portadores de sacos de fanegas? ¿Y los acordes de la acordeón de Amable - ¿se llamaba así?- que nosotros escuchábamos desde la calle ya que a los menores no se les permitía la entrada al baile?
¿Y qué me decís del “cantamos o rezamos” que por Todos los Santos o Navidad –no recuerdo cuándo- nos permitían a los chavales ir a la caída de la tarde, casa por casa, para recoger higos, castañas, algún membrillo o caramelo?
Y puestos a recordar, ¿quién no sabe diferenciar las calzonas de “raja” de las normales? Gracias a las primeas, los que estábamos en edad de ir a la escuela de párvulos con doña Carmen, podíamos ir a la calleja a “tirar los pantalones” que, gracias a la “raja” situada donde la columna vertebral pierde su digno nombre, los pantalones no se “bajaban” y el tirante cruzado y fijado con un solo botón no había que tocarlo. Nuestras madres eran unas sabias y sabían cómo ahorrar lavadoras.
cómo ahorrar lavadoras.
Y ya lo dejo por hoy para no cansaros. Sólo hago una súplica. Que cada uno de los participantes explique sus vivencias que son las que a todos nos transportarán a aquellos años que ya nunca volverán.
Un abrazo. Pedro Málaga.