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RIOLOBOS: I.- LA MATANZA.- (Hace mas de medio siglo)...

I.- LA MATANZA.- (Hace mas de medio siglo)

En las casas de los agricultores, cuando la cerda paria, se apartaban dos o tres cerdos para la matanza. Estos cerdos, se les engordaba con los desperdicios de la casa, melones que se desechaban, higos chumbos, salvados, habas, cebada y bellotas.
Llegado el mes de Diciembre o Enero, ya gordos, se decidía sacrificarlos.
La matanza era todo un acontecimiento en cada casa.
Se avisaba a la familia que tal día seria la matanza. Dos noches antes, se juntaban las mujeres de la familia, para pelar los ajos, cocer las patatas y preparar los calderos, artesas y demás utensilios.
Llegado el día, reunidos toda la familia, se iniciaba la matanza. Los hombres procedían a sacar la mesa de matar (un tablón largo y grueso con cuatro patas), los “chamuscones” (arbustos, parecidos a las retamas, que se habían cogido el año anterior y secado), que servían para “chamuscar” el cerdo una vez muerto, cuchillo de matar y otros utensilios.
Se dirigían a la cuadra con un trozo de soga, ataban al cerdo y empujándolo lo llevaban a la mesa. Lo subían y bien sujeto por varios hombres, con el experto en matar al lado de la mesa, se procedía con gran maestría al sacrificio. Una de las mujeres, colocaba un caldero debajo del cuello del cerdo sacrificado, para recoger la sangre, sin dejar de darle vueltas, con el fin de que no cuajara.
Ya muerto el cerdo, o los cerdos, se procedía al “chamuscado”. Se colocaba el cerdo con la panza en el suelo, se hacia una pequeña hoguera con los “chamuscones”, que servia para encender los manojos que, iban pasando por el lomo, los costados y demás partes del cuerpo para quemar los pelos, mientras otros con un cuchillo poco afilado, raspaban la parte quemada, para limpiarla totalmente.
El trabajo de los niños, era cuidar que la hoguera no se apagara y por ello recibíamos de premio el rabo del cerdo, que allí mismo asábamos y comíamos.
Finalizada la tarea del chamuscado, se subía de nuevo el cerdo a la mesa y el experto, procedía a abrirlo y trocearlo. Lo primero que hacia, era coger un poco de la lengua y un trozo de carne magra, para llevarla al veterinario, para que la examinara y diera el visto bueno. La única enfermedad, que por aquellas fechas tenían o se conociera, era la “triquinosis”. Poca fe tenían en el examen del veterinario, ya que cuando el que había ido a por el resultado, regresaba, se encontraba que todos ya estaban comiendo la carne que habían asado.
El experto sacaba las tripas, que las mujeres más jóvenes metían en unas artesas de madera y colocándoselas en la cabeza, se marchaban al arroyo a lavarlas, ya que una vez limpias, se usaban para hacer los chorizos, morcillas o patateras.
Los hombres continuaban con el troceado del cerdo, y las mujeres que habían quedado en casa preparando la comida del medio día. Uno de los platos era sopa con sangre cocida. No era muy agradable, pero nos lo comíamos.
En la próxima entrega, picaremos la carne y haremos chorizos.
Un saludo.- Máximo.