Si Rajoy insiste en no dar la cara en sede parlamentaria respecto al caso Bárcenas, es porque no puede defenderse frente a las carretadas de corrupción que circulan por las cloacas de Génova 13. De ser en verdad inocente, lo primero que habría hecho -sin duda alguna- es ir corriendo al Congreso de los Diputados para demostrar, con exactitud comprobada, que ni él ni sus huestes tienen nada que ocultar.
Por razones obvias
Pero de estar limpio como una patena -como era su obligación por razones obvias- nadie le reprocharía ninguna actuación ilegal. Al contrario, saldría por la puerta grande del Congreso envuelto en las ovaciones de la ciudadanía y el fervor de los suyos. Ahora, en cambio, únicamente lo protegen aquellos que también han chupado del bote y corren el riesgo de acabar en la cárcel, como Bárcenas.
El paripé
Rajoy era muy amigo de Bárcenas, según se desprende de la nota de prensa divulgada por el aparato del PP. Ello ocurrió cuando, hace cuatro años, se hizo el paripé de tratar al tesorero infiel como si fuera sandios o alguna cosa parecida. Ahora se encuentra encarcelado, ha dejado de ser amigo de Rajoy y se dedica a joder a sus antiguos compañeros de un viaje de más de veinte años. Lo que hace Bárcenas es, no obstante, lógico. De perdidos al río. Asistimos, mientras tanto, a una lucha entre cuatreros del lejano Oeste. Y Rajoy no es ajeno, todo lo contrario, a un paisaje repleto de chorizos o enriquecidos de formas no precisamente ejemplares.
El partido de los patriotas
El PP es el partido de los patriotas. El ministro Margallo, amigo asimismo de Rajoy, anda por ahí blandiendo la bandera de la Marca España, donde están enchufados algunos personajes que más bien viven del cuento. Pero eso sería incluso efímero, si no fuera que la citada marca está pasando por sus peores coyunturas. La Marca España se ha convertido en el hazme reír más allá de nuestras fronteras. A Rajoy le ningunea el Financial Times y le exhorta a dar la cara. Ignora, sin embargo, el periodista de tan solvente periódico que la cara de Rajoy es propia de un caradura.
Por razones obvias
Pero de estar limpio como una patena -como era su obligación por razones obvias- nadie le reprocharía ninguna actuación ilegal. Al contrario, saldría por la puerta grande del Congreso envuelto en las ovaciones de la ciudadanía y el fervor de los suyos. Ahora, en cambio, únicamente lo protegen aquellos que también han chupado del bote y corren el riesgo de acabar en la cárcel, como Bárcenas.
El paripé
Rajoy era muy amigo de Bárcenas, según se desprende de la nota de prensa divulgada por el aparato del PP. Ello ocurrió cuando, hace cuatro años, se hizo el paripé de tratar al tesorero infiel como si fuera sandios o alguna cosa parecida. Ahora se encuentra encarcelado, ha dejado de ser amigo de Rajoy y se dedica a joder a sus antiguos compañeros de un viaje de más de veinte años. Lo que hace Bárcenas es, no obstante, lógico. De perdidos al río. Asistimos, mientras tanto, a una lucha entre cuatreros del lejano Oeste. Y Rajoy no es ajeno, todo lo contrario, a un paisaje repleto de chorizos o enriquecidos de formas no precisamente ejemplares.
El partido de los patriotas
El PP es el partido de los patriotas. El ministro Margallo, amigo asimismo de Rajoy, anda por ahí blandiendo la bandera de la Marca España, donde están enchufados algunos personajes que más bien viven del cuento. Pero eso sería incluso efímero, si no fuera que la citada marca está pasando por sus peores coyunturas. La Marca España se ha convertido en el hazme reír más allá de nuestras fronteras. A Rajoy le ningunea el Financial Times y le exhorta a dar la cara. Ignora, sin embargo, el periodista de tan solvente periódico que la cara de Rajoy es propia de un caradura.